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Escucha, varón, si planeas un crimen...
“El afecto no se impone, se conquista. Esa es la ley de la vida, no la aberración criminal...”.
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Probablemente estés tan contaminado por tu odio a la mujer que amas o crees amar que ni te has enterado de que el ministro de Economía renunció. Y que si eso no se resuelve bien, será perjudicial para ti y para tu pareja y/o afecto imaginario. Si estás pensando en acuchillarla (se volvió tendencia), quemarla o envenenarla, no conseguirás nada con ello, solo tu desgracia y la de mucha gente a tu alrededor, incluida tu familia, tu madre y tus hijos si los tienes.
Probablemente viste a tu padre agredir a tu mamá y debe haber sido angustiante. Pero eso no te da derecho a considerar a tu mujer, esposa o enamorada como una extensión de tus iras y de tus frustraciones. Si ella te rechaza –por cualquier razón: no te quiere, se cansó, se asustó–, no podrás impedirlo, ni siquiera matándola como lo planeas en este momento.
Las mujeres no procedemos así. Si no quieres a una, ella no te acuchilla ni te mata. Puede sufrir como tú, es triste no ser correspondido, pero no te agredirá. El afecto no se impone, se conquista. Esa es la ley de la vida, no la aberración criminal que tú pretendes cometer.
Y si tienes celos –profundos, intensos, desequilibrantes–, pregúntate si son reales o inventados. De ser cierto el interés de tu pareja real o imaginaria en otro o en otra, no te queda más que aceptarlo. El cariño es así y no es posible que quieras evadir la igualdad entre hombres y mujeres. Es decir, tú no puedes ser infiel, coquetear y sentirte omnipotente, mientras enloqueces y te enfureces cuando la mujer que dices querer posa sus ojos en otro.
Probablemente, varón, tu madre fue sumisa y tu padre agresivo, pero eso ya no tiene cabida en el mundo de hoy, solo ocurre porque practicas la violencia. Sabemos que en el arrebato y la insania que te dominan te importa un cuerno si te condenan a diez o a veinte años, o quizás a cadena perpetua por atacar a tu pareja real o imaginaria. Solo quieres venganza y descargar tu odio.
Probablemente, si ejecutas lo que estás pensando, tendrás una aberrante satisfacción cuando metas el cuchillo, le prendas fuego o estrujes el cuello de tu víctima. Un instante después sentirás asco de ti mismo y habrás desgraciado tu vida y la de los demás. Pero no hay vuelta atrás.
Estás obligado a pensar que una mujer representa a tu madre y/o a tus hijas. Cuando planeas atacar a tu pareja, estás yendo contra ellas. Y no lograrás absolutamente nada. Solo ser repudiado sin posibilidad de reversión. Nadie te querrá, nunca tendrás a la mujer que mataste.
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