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El escándalo de Odebrecht y de las empresas brasileras dejó al descubierto una mafia organizada. Mediante el soborno y la sobrevaluación de obras, esta asociación criminal retuvo para sí buena parte de los excedentes que el exitoso modelo económico de mercado permitió amasar.
¡Estos beneficios debieron revertir en un círculo virtuoso a la población, a través del bienestar que genera la inversión en infraestructura en un sistema de mercado!
La corrupción ha envilecido y carcomido a la mayoría de partidos políticos y sus miembros. Esta envolvió también a buena parte de actores privados que fomentaron el ‘Club de la Construcción’. Estos pseudo empresarios codiciosos echaron por la borda el esfuerzo de sus fundadores, la imagen de sus empresas y el crédito de sus apellidos.
¡El castigo social para ellos ya comenzó! Desprestigio, moral en el piso, cabeza gacha, no más poses ni alardes.
Estos gravísimos hechos han desempolvado a no pocos estatistas y a los antisistema (que reniegan de los beneficios de la economía de mercado).
A ellos les diría: ¡Cuidado! Detrás de sus propuestas hay ineficiencia, hastío burocrático, falta de transparencia. Detrás de la ausencia de mercado hay más corrupción y pobreza. ¿Venezuela? Es necesario que la sociedad vea y sienta que una democracia en economía de mercado posee mecanismos eficientes para castigar y escarmentar a los codiciosos que caen en actos de corrupción. ¡Es necesario que la justicia, ciega, actúe bien y pronto! ¡Estamos esperando!
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