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Esther Vargas: El poder y los periodistas
“El poder es un gran afrodisiaco. El poderoso lo sabe. El poder va tras los periodistas. Y a veces encuentra la mesa servida”.
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El poder busca seducir a los periodistas, y a los periodistas, a algunos –no todos–, les gusta el poder. Es un juego peligroso. Y como peligroso, envolvente, apasionante, de pronóstico reservado.
En el primer caso, el gobierno de turno busca manejar a la prensa como a un puñado de títeres sin sentido crítico, sin opinión, sin independencia. Muñequitos que regalan titulares, que despliegan grandes coberturas a loas, que no ven ni escuchan las demandas de la sociedad. El poder es un gran afrodisiaco. El poderoso lo sabe. El poder va tras los periodistas. Y a veces encuentra la mesa servida.
En el segundo caso, el periodista busca acomodarse, treparse, colgarse. Ya sea por dinero, por algún beneficio subterráneo o por lo que sea, este periodista porrista no está cumpliendo con su tarea de informar.
Y más allá de 'captar' a los que escriben las noticias, el poder busca a los poderosos de los medios, y mide hasta dónde puede llegar su alcance: si es aliado, opositor o responsable con sus compromisos éticos.
Cuando el poder no puede seducir a la prensa, cuando finalmente tropieza con la prensa, y la tiene en contra, recurre a la torpeza de hostilizar, presionar, amenazar, censurar, silenciar, y hasta desaparecer.
Lo vemos en países muy cercanos como Venezuela, Ecuador o Bolivia, donde la libertad de prensa es constantemente vulnerada ante los ojos del mundo. Para organizaciones como Reporteros sin Fronteras o el Comité para la Protección de los Periodistas, en estos países ser periodista es cada vez más riesgoso. En estos lugares no te matan como en México, pero te multan, te dejan sin papel, te detienen, te quitan tu material de trabajo, te cortan la electricidad, te enjuician.
Lo que está ocurriendo en Perú es indignante y preocupa. El gobierno de Ollanta Humala se pretende ir golpeando a la prensa que le fue crítica, que le puso la lupa encima.
El reportaje emitido por Panorama sobre las irregularidades en el Vraem no expone secretos de Estado. Lo que muestra es cómo la corrupción corroe la inteligencia en zonas críticas, en zonas donde un error puede acabar con la vida de un joven soldado o de una patrulla policial. Vidas en juego, vidas que se van sin retorno. Lo que está pasando en el Vraem o lo que se ha dejado de hacer no es secreto de Estado porque está en boca de los lugareños y periodistas locales, los que normalmente no tienen voz o no son escuchados.
Panorama ha hecho periodismo, y cuando el periodismo es solo eso (PERIODISMO) incomoda más, y desnuda las intenciones del gobierno.
Que ayer el ministro de Defensa ratificara que no dará marcha atrás con la denuncia interpuesta al equipo de Rosana Cueva solo lleva a pensar que se trata de una represalia, tras las revelaciones de las famosas agendas de la primera dama, investigación realizada en conjunto con Perú21, que ha desatado mucho más que nervios en el poder.
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