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Esther Vargas: El tamaño y el ruido de tu indignación (Nosotros los opinólogos)
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Internet ha parido opinólogos de diferente pelaje. Debo admitir que estoy en algún grupo, pero sobre todo soy periodista y trato de cuidar el rabo para que no me digan un día de estos que tengo 'rabo de paja', frase tan recurrente cuando no explotas al ritmo de la masa (o de la argolla).
A los opinólogos los quieren un día, y los odian los días que restan. Es el riesgo de abrir la boca, escribir un tuit o un post en Facebook que busca ser viral, bendita palabra de estos tiempos. Es también el riesgo de creerte la voz autorizada, la conciencia moral, el que habla sin pelos en la lengua, la inmaculada, la que no aguanta pulgas, el que más insulta, el que tiene la lisurita lista para disparar.
Nosotros los opinólogos hemos encontrado en Internet un megáfono de potencia incalculable. La tentación de gritar es alta. Hemos hallado inesperados reflectores, y nos toca cargar con esto.
Nosotros los opinólogos tenemos un compromiso con los lectores que nos aplauden, y un reto con aquellos que nos insultan o nos ignoran. Al menos, eso creo yo. Eso pienso cuando escribo, cuando tuiteo o cuando me indigno en Facebook. Por suerte, siempre hay un compañero que te dice "no lo hagas" o "no vale la pena". O quizás algo tan certero como "analízate antes de disparar".
Opinar no es tarea sencilla o no debería de serlo, pero esos 'monstruos' de Twitter y Facebook han democratizado la plaza, y hoy tenemos voces para todos los gustos. Aplaudo que más gente tenga voz y que los activistas no necesiten de los medios para reclamar, pero en mi 'indignómetro' personal me indigna que sea tan fácil condenar, concluir, difamar e insultar.
Hay quienes dicen que en otro tiempo los periodistas eran más responsables, y culpan a Internet de las malas prácticas que hoy nos atribuyen. Nada más falso.
Ser irresponsable y poco consecuente no tiene que ver con Internet, aunque es cierto que la web nos ha inflado (más) el ego. Disfrazar una opinión de nota periodística no es culpa del maldito Internet y de los nuevos medios.La desfachatez no tiene el sello 2.0, 3.0 o gafas de realidad virtual. Internet no nos hace más honorables, y tampoco más desgraciados. Que el activista-periodista vocifere sin pruebas es parte de la cotidianidad que algunos medios toman como verdad absoluta.
Hoy tenemos periodistas que se han olvidado algunas de las primeras lecciones de los buenos maestros: confirma la información antes de publicar.
La regla se ha trastocado: hoy día tiras la piedra, publicas y luego confirmas. Ya te olvidaste de llamar por teléfono, de preguntar, de salir a la calle.
El periodismo copy paste no solo es plagio. Es también el periodismo que recorta pedacitos de aquí y allá para armar una nota jocosa que está muy lejos del periodismo que BuzzFeed sí sabe hacer y que tanto se pretende imitar.
Muchos de los "líderes de opinión" que nacieron en la red —periodistas o no— incendian la plaza y aplican el linchamiento virtual. Sin embargo, se toman oportunas licencias, excepciones que demarcan el tamaño de su indignación. Por ejemplo, no atacas a tu amigo, menos a tu socio o compañero de batallas. No muerdes al que votó por la misma candidata o candidato que tú, tampoco al que odia a los mismos que tú. Callas cuando el linchado de turno comparte contigo el tan mentado 'rabo de paja'.
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