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Lobo disfrazado de oveja
“Es impresionante la cantidad de recursos que mueve la industria de los alimentos para que sus productos no digan ‘alto en sodio’, ‘alto en calorías’, ‘alto en azúcar’ o ‘alto en grasas trans’”.
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Es impresionante la cantidad de recursos que mueve la industria de los alimentos para que sus productos no digan “alto en sodio”, “alto en calorías”, “alto en azúcar” o “alto en grasas trans” en octógonos negros.
Ellos quieren que diga algo como “una porción de X contiene el 12% de la ingesta diaria recomendada de sodio” y así de cada cosa (“semáforo”).
Utilizan falazmente el argumento de que más información es mejor y que esto último es más fácil de leer.
Eso es mentira: primero, los octógonos y el semáforo dicen lo mismo en esencia y, segundo, como lo demuestra la puerta de cualquier de sala de rayos X en el mundo, la caja de fuerza de cualquier edificación con suministro eléctrico del planeta o cualquier cruce de trenes donde sea que los haya (ejemplos hay millones): cuando se advierte de peligro, menos es –siempre– más.
Usando las mismas técnicas de miedo y chantaje que usaba la industria del cigarrillo cuando se discutía prohibir su consumo en lugares públicos o, antes, advertir en las cajetillas que consumirlos da cáncer; los industriales de los alimentos procesados y sus defensores alquilados (habrá alguno que no lo sea, pero con seguridad serán los menos) dicen que lo que está en juego es la libertad de decidir del consumidor, que no se debe menospreciar su capacidad de entender e interpretar un etiquetado complejo. Y, de nuevo, es mentira: si les interesa el consumidor, que pongan los dos y ahí está la prueba PISA para desmentir lo segundo.
Finalmente, van a votar en el Congreso el viernes, cuando juega Perú. Y lo vuelven a ver cuando Perú juegue en Lima. ¿Se ve mal? El presidente de la comisión del consumidor es el fujimorista Miguel Castro. Ya pues, congresista.
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