El errático y controvertido jugador de fútbol Christian Cueva ha pasado rápidamente de ídolo circunstancial de los amantes del fútbol a candidato a ocupar una de las celdas de algún centro penitenciario.
Por lo pronto, la Fiscalía se puso en acción y dispuso iniciar diligencias preliminares tras la grave denuncia de su esposa, Pamela López, por el delito de agresión. Las imágenes difundidas han sido más que elocuentes. En tanto, la Corte de Lima otorgó medidas de protección a Pamela López contra su esposo y dispuso instalar el aplicativo Botón de Pánico en el celular de la víctima.
Horas antes, y aunque tarde, el club Cienciano del Cusco, que lo contrató recientemente, lo había echado del equipo. No se esperaba otra cosa con un sujeto que se atrevió a cruzar la línea de la cordura y de la ley hasta el punto de violentar abusivamente a su pareja.
Una vez más estamos ante inconductas de jugadores de fútbol convencidos de que la fama y el dinero que ganan les dan carta blanca para conducirse, ya no solo deteriorando su imagen pública y desempeño deportivo, sino atentando, además, contra la sociedad misma; en este caso, su propia familia. Un hecho vergonzoso para el cual no hay excusa que valga.
La tradición de talentosos futbolistas peruanos que han arruinado trayectorias que hubiesen podido colocarlos en la cima de este deporte es nutrida y tristemente extensa. Desde hace muchas décadas que nuestro país no cuenta con jugadores profesionales que compitan en las mejores ligas del mundo –como sí los tienen Brasil, Argentina, Colombia, Uruguay, Ecuador– debido justamente al estigma de indisciplina que cargan. Los peruanos, salvo contadas excepciones, se limitan a aspirar a ligas menores, como la mexicana, la norteamericana o la árabe.
No es cuestión solo de falta de cualidades futbolísticas (de las que también las generaciones carecen, ciertamente), es sobre todo la ausencia de disciplina, visión de futuro e inteligencia suficiente para entender lo que es un comportamiento profesional tanto fuera como dentro de la cancha.
A los luctuosos ampays etílicos y sus líos con los clubes por los que pasó, los peruanos han asistido esta vez al deplorable espectáculo de una exestrella de la selección abusando de su pareja.
Hecha la denuncia respectiva, cabe esperar que este sujeto no vuelva a lucir los colores nacionales y que sobre su cabeza caiga todo el peso de la ley.
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