Ni el Inspector Clouzot, aquel errático policía francés al que la Pantera Rosa le birlaba hasta su sherlockiana lupa de investigador, podría haber firmado mejor performance. Todo un ministro del Interior, del gobierno peruano, Juan José Santiváñez, avisándole al prófugo número uno del país que “conocemos su ubicación y esperamos ponerlo pronto a disposición de la justicia”.
Si siguiéramos en vena cómica, pondríamos un “¡Plop!” por todo comentario, pero la verdad es que esto es muy serio. Vladimir Cerrón lleva nada menos que 313 días sin ser ubicado por la justicia. Y el líder visible de las fuerzas de seguridad encargadas de capturarlo suelta una frase insólita, pretendiendo ufanarse de la eficiencia con que se desempeña, lo pone sobre aviso. Casi como decirle: “Oye, muévete, que ya sabemos dónde te escondes”.
Intencionalmente o no, esta boutade no hace más que reafirmar las sospechas casi generalizadas de que el dueño de Perú Libre cuenta con informantes y aliados en el seno del oficialismo que le permiten huir cuantas veces quiera de la acción de la justicia.
Y no solo en el Gobierno. Se ha oído también a su otrora correligionario, el congresista Guido Bellido –parte hoy de la siniestra bancada de Podemos Perú– justificando la fuga de su exlíder: “En un tema político, cuando una persona ve que la justicia no está actuando correctamente y cree que lo están tomando por temas políticos, tiene esa posibilidad”. Se dio el lujo incluso de comparar esa fuga con la posible entrada en clandestinidad de María Corina Machado en Venezuela.
Como es largamente conocido, Vladimir Cerrón se encuentra en calidad de “no habido” desde octubre de 2023. Fue cuando la Sala Penal de Apelaciones Transitoria Especializada en Delitos de Corrupción de Funcionarios de Junín lo condenó a 3 años y 6 meses de prisión efectiva por colusión en el caso Aeródromo Wanka.
Así que, de persecución política, cero. La que pesa sobre la cabeza de este fugitivo ‘oficial’ es una imputación penal por coimas y malos manejos, uno de los tantos procesos que se le siguen por negociados que datan de sus tiempos de gobernador regional de Junín.
Lo cierto es que con perseguidores como Santiváñez cualquier tortuga de jardín interior se podría escapar indefinidamente, a su vista y pachocha, que, en este caso, muchos peruanos sospechan que tiene poco y nada de casual.