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Gracias, Quino
A pocos días del fallecimiento de Quino, sentí la necesidad de repasar sus historietas ácidas y tiernas al mismo tiempo; en las que niños adultos podían mostrar con tanta claridad las críticas más duras contra la violencia y la injusticia y, al mismo tiempo personificar variados estereotipos.
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Cuando estaban de moda los concursos de belleza, a la evaluación de las medidas anatómicas se incluía un componente “cultural” en el que se hacía una pregunta a la candidata. Una de las más comunes era “cuál es el personaje de la realidad o ficción que más admiras”. Siempre imaginé que, algún día, la respuesta de alguna latinoamericana sería “Mafalda”.
A pocos días del fallecimiento de Quino, sentí la necesidad de repasar sus historietas ácidas y tiernas al mismo tiempo; en las que niños adultos podían mostrar con tanta claridad las críticas más duras contra la violencia y la injusticia y, al mismo tiempo personificar variados estereotipos, como la Susanita que sueña con casarse y ser madre; Manolito, capitalista ambicioso (y poco capaz), la irónicamente pequeñísima Libertad, el procrastinador Felipe frente a las tareas escolares, la cuestionadora Mafalda, permanentemente abrumada por los problemas del mundo: desde la guerra de Vietnam hasta el hambre por la sobrepoblación, la desigualdad y la pobreza.
Llega el momento en que, ante la evidente enfermedad, Mafalda opta por poner al mundo en cama (“le duele el Asía”). Para ella, los rusos son una amenaza y los Beatles su adoración.
Si bien Mafalda se dejó de escribir en 1973, sus reflexiones son tan actuales que algunos diarios continúan publicándolas; es cuestión de cambiar las cosas hechas en Japón por “made in China”; la amenaza comunista por los ataques religiosos y la guerra nuclear por la pandemia.
Gracias Quino, por Mafalda y sus amigos; sus llamadas de atención y la sonrisa que, a pesar de todo, lograbas dibujar.
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