Y no faltó el elenco, mis zurdos "groupies" y rabonas que no dejan de leerme para religiosamente vapulearme. Nunca van al fondo del asunto y me rebaten, sino me insultan, me acusan –medievalmente– de "traicionar mi apellido" (¿?), me amenazan, me tildan de "fujimorista" (¿y qué queda para sus ídolos RMP o AAR?) o exigen totalitariamente que no tenga tribuna. Se ponen hipersensibles sólo por escudriñar a un fallecido (¿la Historia no es el análisis de los muertos?), pero bien que celebraron la muerte de Thatcher y las bajezas de Morrissey o la caricatura infernal de Carlín. ¡Allí sí no se tocaba a un muerto!