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“Hay uno”… sin ayuno
Desde que Pedro, el apóstol de Jesús, estableció la Iglesia en Roma, por muchos siglos, salvo pocas excepciones, sus sucesores fueron nombrados por el mismo Papa en funciones y, luego, por el clero cristiano de Roma.
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Ariel Segal,Opina.21arielsegal@hotmail.com
Desde que Pedro, el apóstol de Jesús, estableció la Iglesia en Roma, por muchos siglos, salvo pocas excepciones, sus sucesores fueron nombrados por el mismo Papa en funciones y, luego, por el clero cristiano de Roma. En 499 se realizó el primer sínodo (asamblea) de obispos en la Basílica de San Pedro, y la elección del Sumo Pontífice, al existir ya un imperio cristiano –el Bizantino–, se complicó por las complejidades entre los intereses de la Iglesia y emperadores y, siglos después, reyes y miembros de la nobleza europea.
En el siglo XI se crea el sistema del colegio de cardenales electores para seleccionar al Papa, y en 1271 se realiza el primer cónclave con la elección del papa Gregorio X, quien luego esbozó un reglamento para los futuros cónclaves. La razón por la cual Gregorio X estableció reglas claras para la elección de sus sucesores fue a consecuencia de la larguísima espera de su propia elección en 1272, tras un cónclave que había empezado en 1268.
Luego de la muerte de Clemente IV, en 1268, los cardenales-electores debatieron durante dos años, en Viterbo, la elección de un nuevo Papa sin lograr un consenso. Entonces, ciudadanos de Viterbo encerraron a los 16 clérigos en la sede papal, construyendo muros alrededor para controlar la entrega de provisiones y, así, presionarlos para que tomaran una decisión. Luego de 12 meses de cerco, se decidió quitar el techo al palacio para someter a los cardenales a la inclemencia del clima y, tras esto, en tres días, se logró lo que no se pudo en tres años.
Con el anuncio de la elección de Gregorio X, los 15 cardenales salieron robustos –y algunos barrigones– del palacio papal, lo cual reveló que habían tenido acceso secreto a comida y bebida en abundancia. Desde entonces, con algunos cambios y reformas, los cónclaves duran pocos días para anunciar que "hay uno" (sin ayuno) líder del Vaticano.
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