Los inocentes
El tremendo narrador peruano Oswaldo Reynoso es amigo mío como lo es de todos los mecanógrafos que, alguna vez, nos hemos acercado tímidamente a la puerta de su casa para mostrarle nuestros primeros escritos. Sus libros, reeditados por sellos independientes al infinito, son best-sellers clandestinos y los lectores jóvenes –que lo leen a escondidas, como si estuvieran consumiendo la más dura pornografía– lo aclaman siempre adonde va porque, apenas lo escuchan, inmediatamente se percatan de que el mayor talento de Oswaldo reside en que nunca ha dejado de ser un joven rebelde, melenudo y reilón. Los jóvenes peruanos lo siguen porque lo leen y detectan en el delator vértigo de sus historias la rara existencia de un furioso corazón. Qué fortuna que tus libros sigan siendo adolescentes para siempre. Qué bendición la de no tener que ser jamás un adulto mayor. Cuando yo sea grande, quiero ser Oswaldo Reynoso.