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[Opinión] Aldo Mariátegui: Estos profetas Jeremías que detestan ganar…
“Pero no, Jeremías le hace honor al lloroso profeta bíblico que le da su nombre y nos suelta un discurso típico de “loser” (perdedor)”.
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Esa increíble actitud derrotista y gemebunda que tenemos los peruanos es una de las taras que nos impide salir adelante como país. Leía este sábado en Perú21 una entrevista al escritor peruano Jeremías Gamboa en donde éste contaba una trayectoria familiar y personal fascinante, de cómo en una generación el hijo de unos migrantes pobrísimos de los remotos villorios ayacuchanos de Puccas y Carhuanca había llegado a ser un escritor muy exitoso (para estándares peruanos), con una maestría en una universidad yanqui (Boulder, Colorado), de un chico muy humilde de un colegio parroquial de Lurín que logró una beca para estudiar en la Univ. de Lima (y que hasta se casó con una conocida artista caviar pituca, como dato aparte para añadir a ese victorioso periplo vital).
Uno lee eso y pensaría que Gamboa debería sentirse absolutamente como un “winner”, un triunfador sobre todos los obstáculos que se le pueden poner a uno nacido en sus circunstancias y hasta se le disculparía, con mucho gusto, que alardease orgulloso. Pero no, Jeremías le hace honor al lloroso profeta bíblico que le da su nombre y nos suelta un discurso típico de “loser” (perdedor), que en su caso genera repudio antes que lástima. No solo no se percata de que él representa un éxito contra todos los complejos y resentimientos que le torturan y así se despercude definitivamente de ellos, sino que el muy masoquista sigue totalmente sumergido en esos fantasmas, con psicoanalista incluso (pierde su tiempo y mucho dinero con esa poesía mental, pero es su problema).
El plañidero Gamboa persiste en cantar el acomplejado “Cholo soy y no me compadezcas” en lugar de tararear el Himno a la Alegría de Beethoven o la Marcha Triunfal de Verdi, agradeciéndole a la vida y a su esfuerzo personal llegar adonde ha arribado, mostrándose como un ejemplo hermoso para los demás. Pero no, Jeremías sigue preso de esa mentalidad perdedora y llorona nefasta. ¡Estamos jodidos!
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