Si comparamos el presupuesto del sector educación de 2010 con el de 2025, veremos que este se ha triplicado, y eso no está mal. Lo que sí está mal es que, a pesar de estos importantes incrementos, la calidad educativa en la educación básica no ha mejorado, la infraestructura escolar sigue deteriorada, la educación rural enfrenta graves problemas, y los institutos tecnológicos están casi olvidados.
Los problemas que tenemos no se van a resolver en un año, por lo tanto, necesitamos continuidad en las políticas del sector. Sin embargo, eso es justamente lo que no tenemos en educación: continuidad. En los últimos 10 años, hemos tenido 16 ministros de Educación. ¿Creen ustedes que un ministro que sabe que su periodo será de poco más de seis meses querrá iniciar las complicadas reformas que el sector requiere?
A este problema se le suma otro: la falta de consenso sobre qué se debe hacer para mejorar sustancialmente la calidad educativa. Si no tenemos claro hacia dónde debemos ir, será muy difícil lograr avances importantes.
Estando a puertas de un nuevo proceso electoral, es necesario que nos pongamos de acuerdo, dejando de lado ideologías e intereses particulares, en cuáles son esas 5, 7 o 10 reformas más importantes que debemos abordar con audacia, y que tanto las autoridades como la sociedad en su conjunto las apoyen. Asimismo, debemos convocar al mejor talento del sector, brindarle estabilidad e independencia para que, lejos de la política, puedan desarrollar un plan a largo plazo que aborde las reformas priorizadas. De lo contrario, seguiremos lamentándonos año tras año, y los grandes perjudicados serán, como siempre, los estudiantes y el país en su conjunto.