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Justicia desde abajo
Hay que dejar de ver la justicia como un monopolio para verla como un sistema competitivo. Hay que pensar fuera de la caja para no caer en lo mismo.
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Según la Ley de Nueva York, en los contratos comerciales las partes pueden determinar que sus conflictos sean resueltos por las cortes de dicho Estado. No es necesario que vivan en Nueva York o que el negocio sea en Nueva York o que algo relevante pase en Nueva York. Solo basta que las partes así lo elijan.
Hoy, empresas de todo el mundo eligen a los jueces de Nueva York. Hoy, es la justicia comercial más reconocida del mundo. Ello incluye a empresas peruanas que todos los días se someten a dichas cortes. Para ellas, que el Consejo Nacional de la Magistratura haya sido un nido de corrupción o que la Junta Nacional de Justicia haya sido un fracaso estrepitoso es irrelevante.
También es irrelevante para aquellos que pueden nombrar árbitros y encontrar un sistema más seguro y rápido para solucionar conflictos. Para empresas o comerciantes con recursos y abogados sofisticados, el fracaso de la justicia peruana no es un problema.
También es irrelevante para aquellos que pueden nombrar árbitros y encontrar un sistema más seguro y rápido para solucionar conflictos. Para empresas o comerciantes con recursos y abogados sofisticados, el fracaso de la justicia peruana no es un problema.
Lo que solemos entender como sistema de selección de jueces puede ser un espejismo. El término “selección de jueces” evoca a un comité o comisión de sabios (o no tan sabios) que saben (o creen saber) qué juez es bueno para los ciudadanos.
El espejismo asume que el Estado tiene el monopolio de la justicia y que estamos obligados a usar los jueces así elegidos.
Pero hay otro concepto de “selección de jueces”. Ocurre cuando los usuarios escogen al juez. Entonces, mi juez no es elegido por un Estado determinado, sino que es aquel al que me someto por algún mecanismo voluntario.
Hace unos días, uno de los economistas que mejor han estudiado la justicia, Bruce Benson, estuvo en Lima en el evento titulado “Más allá de la justicia estatal”. Explicó precisamente eso. Lejos de lo que creemos, la elección de jueces verdaderamente relevante no es la que hace el Estado, sino aquella que permite elegir a los ciudadanos. Propone que la justicia puede ser un proceso descentralizado y competitivo.
En ese mismo evento, Fernando Meza, jefe de la Oficina Nacional de Apoyo a la Justicia de Paz y Justicia Indígena, explicó que ello ya ocurre en el Perú. Los jueces de paz no son nombrados por el Estado, sino por miembros de pequeñas comunidades. No son abogados. Compiten con los jueces ordinarios (los ciudadanos pueden escoger adónde ir). Atienden en la sala de su casa, no cobran honorarios y tienen un nivel de aceptación de cerca del 75%, varias veces superior al del Poder Judicial común. Meza daba cuenta de las quejas de los juzgados comunes que pedían que se cerraran las oficinas de los jueces de paz porque se llevaban el trabajo.
Bruce Benson quedó impresionado con lo que ocurría en Perú y que coincidía con sus propuestas. Curiosamente en la reforma de la justicia que implementamos nadie habló de la importancia de los jueces de paz ni pensó en cómo potenciarlos.
Lo cierto es que en lugar de discutir cómo elegir los jueces desde arriba, la pregunta interesante es cómo fomentamos que los mejores jueces sean elegidos desde abajo. Nadie mejor que nosotros mismos para elegir quién debe resolver nuestros problemas.
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