La presidenta Boluarte y sus ministros han emprendido un endurecimiento de su discurso contra sus críticos y la prensa. Los funcionarios del Ejecutivo sienten que toda crítica a su mediocre gestión es un ataque personal y responden con un tono sumamente autoritario y maleducado. En esta situación no se puede esperar que haya una autocrítica ni mucho menos una corrección de rumbo.
La mayoría de congresistas, sobre todo los de derecha, ha decidido inmolarse por un terrible gobierno que ni siquiera cree en la economía de mercado o la austeridad estatal. Lo que los une a esta administración es el enemigo en común: “los caviares”. Es por ello que a ministros prepotentes y cuestionados ni siquiera se les interpela, porque asumen que ello sería “darles el gusto a los caviares”. Entonces, la prioridad política ya no es resolver problemas públicos, sino que “no ganen los caviares”.
Esta polarización invisibiliza las necesidades más básicas de la población. Un ejemplo de ello es que en vez de que los parlamentarios hablen de cómo solucionar las extorsiones, les importa más quién promueve el paro de transportistas. Además, aseguran que el gobierno de Boluarte es consecuencia del voto a Castillo, lo cual es cierto, pero ello no exime de responsabilidad al Parlamento de haber abandonado su rol fiscalizador.
Por estas situaciones es que la población percibe que las instituciones no solo no resuelven sus problemas, sino que incluso actúan en contra de ella. Tal vez los parlamentarios crean que este rechazo es solamente hacia los políticos de turno y que se puede solucionar en 2026. Incluso pueden creer que tal vez pueden ser senadores o diputados en el próximo Parlamento. No obstante, están tan cegados que no se dan cuenta de que este rechazo no es solo a personas, sino que es la deslegitimación del sistema político en general.
Esto es sumamente peligroso y puede desembocar en un estallido que conduzca terriblemente a una constituyente o a la victoria de un orate que busque perpetuarse en el poder. Precisamente es todo lo que la derecha dice rechazar, pero actualmente, con mucho ahínco, pero sin voluntad, aprieta el acelerador en esta dirección.
Algunos congresistas creen que vacar a la presidenta sería desencadenar una crisis y mayor incertidumbre. Aquello es cierto, pero si no empiezan a cumplir su rol fiscalizador, censurar al gabinete y poner límites éticos y de eficacia en la designación de ministros, la vacancia será la menor de las crisis que deba enfrentar el país en unos meses.