Vivimos tiempos de mucha intolerancia en los que todos creen tener la razón en todo. El diálogo casi no existe, sino que predomina el deseo de imponer ideas. Hemos perdido la humildad. La economía nos enseña que cualquier afirmación debemos contrastarla con la evidencia empírica, pues de lo contrario es solo una opinión, y en el campo de las opiniones todas son válidas, pero son solo eso, opiniones.
En estos tiempos, las redes determinan qué es cierto y qué no. Les creemos. Pero en economía no se cree, sino que, como es una ciencia, hay que analizar cruzando con la data si es que tal o cual afirmación es cierta. Esa tendencia ha crecido en los últimos tiempos, no solo en Perú. Se llaman narrativas que poco a poco van convirtiéndose en verdad, aunque no lo sean. Es la era de la desinformación. Todo se reduce a repetir determinadas ideas y pronto se convierten en tendencia, y todos creen. La verdad ya no importa.
De acuerdo con Robert Shiller, Premio Nobel de Economía 2013, mucho de lo que pasa con la economía real depende de las narrativas, entendidas como relatos que se usan para dar una explicación de un acontecimiento o una realidad social, o una respuesta a la pregunta de por qué estamos así. Agrega que las narrativas económicas demuestran cómo las historias, populares o académicas, afectan los resultados económicos, incluidas las recesiones, a través de las expectativas. Lo que te dicen y crees determina lo que esperas que ocurra en la vida real. Si todos te dicen que todo está mal, entonces no esperas nada bueno.
¿De dónde viene esa idea y quiénes la propagan? ¿Quiénes nos cuentan las historias de por qué pasa lo que pasa? ¿Por qué las creemos? Ojo que no todas las ideas tienen que ser falsas. Es real que la inseguridad está frenando la economía, pero el punto de una narrativa no es ese, sino la explicación o los factores causales que explican lo que está pasando.
En este contexto me pregunto: ¿está tan mal la economía como la mayoría dice? Primero, este 2024 y en 2025, la economía peruana debe crecer 3%. Si nos comparamos con el resto de América Latina, debe ser la economía con mayor crecimiento. ¿Es suficiente para crear empleo y bajar pobreza? No. El crecimiento debe ser por lo menos 4.5% anual y de manera sostenida. Segundo, Perú tiene estabilidad monetaria, pues la inflación se encuentra dentro del rango meta del BCR: entre noviembre 2023 y octubre 2024 ascendió a 1.69% a nivel nacional. Tercero, tenemos estabilidad cambiaria. Estable no significa fijo, sino que se mueve en un rango muy pequeño; no hay comparación con ningún país de la región. Cuarto, la deuda pública del Perú es la más baja de América Latina. Y podemos seguir.
La economía no es una creencia ni un acto de fe. Si así lo fuera, no habría nada que explicar ni debatir. ¿Cómo explicamos el lento crecimiento de este 2024? Primero, hagamos una lista de factores entre aquellos que creemos que son los candidatos; segundo, veamos los datos y tratemos de conectarlos con la realidad, al margen de nuestras preferencias políticas; y tercero, concluyamos con cuáles son los factores que determinaron el resultado económico. No dejemos que nuestros deseos, por justificados que sean, nos nublen y caigamos en las falsas narrativas.
Entonces, ¿qué pasa? Desde mi punto de vista (y esta es una opinión), el problema es institucional, que no ha sido generado hoy, sino que viene de décadas atrás. Perú no es un país que quiera reforzar instituciones. La impresión es al revés; parece que los distintos Gobiernos quieren debilitarlas. Y por eso creo (y sigue siendo una opinión) que el problema está en la política. Me dirán que no digo nada nuevo; tal vez sea así. Pero las preguntas, estimado lector, no van por ahí, pues seguro que habrá una coincidencia mayoritaria. Más allá de odios e intolerancias, las preguntas son: ¿cómo hacemos para tener mejores políticos? ¿Cómo hacemos para eliminar la corrupción?