Hace poco se viralizó un reel en el que sale Will Smith (que hizo la gran película The Pursuit of Hapiness) diciendo que la felicidad no es el placer, sino la paz. Hace muchos años también percibo una suerte de confusión global que existe entre el placer y la felicidad. El siglo XXI se caracteriza por un individualismo acentuado y un consumismo generalizado. El individualismo y la cultura del consumo también han traído cosas buenas, pero una de las malas ha sido sembrar la idea de que la felicidad es “igual a” placer. La tecnología igual: ha traído muchas cosas buenas, pero una muy mala es la adicción masiva que ha generado a la dopamina fácil y sin sentido. En los niños, por ejemplo, esto es clarísimo: ya no tienen barrio, ya no van al parque, están pegados a las pantallas como zombies.
En un artículo de hace como un año compartía algunos datos que me parecen interesantes: el placer en sí mismo no es el problema y, de hecho, es parte de la felicidad, pero algo está pasando porque la depresión va en aumento, las adicciones también, y muchos se están deshumanizando. Quizá una de las grandes confusiones de estos tiempos está en creer que el placer es la felicidad, como si no hubiese nada más. El estudio que leí decía: el placer se puede comprar, la felicidad no. El placer es de corta duración; la felicidad es de larga duración. El placer es tangible; la felicidad, intangible. El placer es tomar; la felicidad, dar. El placer se puede conseguir con sustancias y cosas; la felicidad se obtiene con sentido. El placer se experimenta a solas; la felicidad, en relación con otros. Los extremos del placer llevan todos a la adicción; la felicidad no es adictiva. El placer está más asociado a la dopamina; la felicidad, a la serotonina. No olvidemos que la depresión es, sobre todo, un déficit de serotonina. La dopamina en cantidades moderadas es necesaria y genera bienestar, pero, cuando se produce en exceso, reduce la serotonina y altera la mente. Genera intolerancia a la frustración, irritabilidad, problemas de concentración, etc.
No pretendo dar una fórmula de la felicidad, pero concuerdo con Smith en que, sobre todo en estos tiempos, habría que recordar que la paz incide mucho más en ella de lo que creemos. Las relaciones interpersonales sanas generan paz, el servicio también, el cultivo espiritual y la contemplación. Si está todo eso, el placer suma.
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