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La informalidad también alcanza al riego
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En nuestros valles casi todo es informal; cambiarán las leyes, pero no la realidad.
En la costa, donde cultivos de agroexportación ya se siembran todos los días en un creciente número de parcelas afectadas bajo la Ley de Reforma Agraria de 1969, el riego sigue siendo similar al de entonces. Solo los canales principales o primarios de algunos valles están revestidos y tienen sistemas de medición que permiten al agua discurrir sin pérdidas y ser debidamente medida y pagada.
Pero las decenas de miles de kilómetros de canales secundarios o de menor orden son una gran coladera de agua al subsuelo donde no se la mide y apenas se la paga. Con el agua que perdemos se podría duplicar el área verde en los valles.
Cuando baje la polvareda de la convulsión agraria, debemos estimular a que los nuevos emprendedores en agricultura, que vendrán de la generación del bicentenario –ya sea que se dediquen a exportar o transformar nuestras frutas y hortalizas (otra tarea pendiente)– obtengan su agua invirtiendo en evitar las enormes pérdidas de nuestra infraestructura de riego que nuestro Estado, 50 años después de la reforma agraria, no detiene. Para estimular necesitaremos leyes promocionales y políticos que sepan lo que firman para que todos ganen.
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