Vergonzoso y condenable el papel que vienen desempeñando algunos representantes de la izquierda peruana, congresistas y dirigentes políticos, frente a la crisis en Venezuela.
Como si se tratase de una disputa ideológica, y no del sufrimiento de millones de venezolanos que se han expresado en las urnas, encaminan sus apoyos con argumentos deleznables en defensa de una supuesta revolución frente al “imperialismo” o a la “ultraderecha”.
Para empezar la patética tibieza con que se ha expresado Verónika Mendoza sobre la dictadura. Ya antes de los comicios había dicho que, si fuera venezolana, no votaría por la oposición al régimen (“porque no era ni más democrática ni más transformadora”) y luego se ha resistido en todos los idiomas a condenar el fraude.
Está igualmente el “encallecido” cinismo del congresista Guillermo Bermejo, quien –tras haber sido parte de una delegación de veedores internacionales (¿?) invitados por el dictador– tuvo la flema de declarar que el certamen electoral había sido limpio: “Hay demasiada desinformación acerca de lo que está pasando en Venezuela... La jornada electoral ha sido intensa y podemos dar fe de que la elección ha sido transparente”.
Y, como no podía faltar, el prófugo Vladimir Cerrón, desde el escondrijo donde debe andar guarecido, se dio tiempo también para usar su dispositivo y tuitear un apresurado saludo de felicitaciones a la supuesta “victoria” del sátrapa chavista, usando, por cierto, información que la dictadura chavista ni siquiera había ofrecido.
¿Se puede ser tan obtuso y no comprender el hambre, el dolor y la muerte que tiene que enfrentar la gente por obra y gracia de un régimen totalitario y corrupto? ¿Es ese, el de Venezuela y sus 8 millones de expatriados, el edulcorado futuro que ofrece la izquierda para los peruanos en sus encendidos discursos extremistas?
Cuando nos toque votar, los peruanos deberíamos sacar conclusiones de este infeliz episodio en la historia de las democracias de la región. Es decir, quiénes fueron los apañadores de una dictadura que ha arruinado a toda una nación, beneficiando solo a unos pocos y empobreciendo o mandando al exilio a un número cada vez mayor de compatriotas.
Por lo pronto, ya sabemos qué tipo de país, qué tipo de futuro, ofrece la izquierda y sus políticos con ideologías trasnochadas que solo han acarreado desgracia, corrupción y descalabro económico allí donde han logrado imponerse.
Avisados estamos.