En un país donde el 80% de los jóvenes entre 18 y 29 años consume contenidos digitales a diario —según cifras del IEP—, el rol de los influencers se ha transformado. Ya no se trata solo de promocionar productos, sino de modelar ideas, estilos de vida y formas de pensar. La influencia se ha vuelto política, cultural y ética. Y las marcas no pueden seguir tratando a los influencers como simples canales publicitarios.
El marketing de innovación social tiene la posibilidad de convertir esta influencia en una herramienta de cambio positivo. La pregunta clave ya no es cuántos seguidores tienes, sino qué causas defiendes. En un país fragmentado, la nueva influencia debe conectar con propósitos reales, con valores que sumen y no solo entretengan.
Ejemplos como el de Mayra Goñi apoyando campañas de donación de sangre, o el de Luisito Comunica visibilizando comunidades amazónicas, demuestran que la voz digital puede amplificar causas invisibles. Pero para que esto no sea oportunismo, debe existir un vínculo genuino entre el influencer y la causa. El público, especialmente los jóvenes, detecta fácilmente cuándo hay coherencia y cuándo hay marketing vacío.
Un estudio de Ipsos indica que el 64% de los peruanos jóvenes confía más en la opinión de un influencer que en la de una marca. Esta realidad implica una oportunidad y una responsabilidad. Las empresas deben dejar de usar a los influencers como maniquíes de contenido y empezar a verlos como aliados en la construcción de mensajes con impacto.
Esto no significa renunciar al humor, la estética o la creatividad. Significa darles contenido que eleve. Significa pasar del ‘influencer de marca’ al ‘influencer de propósito’. Y también implica dar paso a nuevos rostros: líderes barriales, activistas ambientales, deportistas locales que influyen desde la acción y no solo desde el algoritmo.
La nueva influencia social en el Perú debe promover el pensamiento crítico, la empatía y el compromiso. Las marcas que entiendan esto no solo se posicionarán mejor, sino que contribuirán a una ciudadanía más informada y conectada con su entorno.
En tiempos de sobreinformación y ruido digital, influir ya no es hablar fuerte. Es hablar con verdad, con causa y con visión. Y si las marcas se suman a esa misión, el país gana más que likes: gana futuro.