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Un FODA para el Perú
“Una alta informalidad, aunada a una baja productividad, y regulaciones anacrónicas en el lado económico terminan de pintar el lado negativo de la película. Respecto a los ciudadanos, la pobre dotación de sistemas de salud y educación serán un lastre por mucho tiempo”.
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El análisis de fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas (más conocido como FODA) es esencial para todo aquel que pretenda diseñar una estrategia y un plan de acciones para lograr un objetivo específico.
Imaginemos por un momento que los peruanos, propietarios de este espacio geográfico constituido en lo que formalmente se llama Perú, decidiéramos imaginar un futuro óptimo, con objetivos concretos y alcanzables. Un análisis FODA serviría en dicho ejercicio, pero también incluso si no lo tuviéramos, ya que en el ejercicio de reconocer estas capacidades y competencias, podemos también afianzar o descartar creencias o futuros imaginables.Parto por asumir, por cierto, que, más allá de las diferencias políticas e ideológicas, los peruanos compartimos un objetivo en común, que es el bienestar y la mejora de la calidad de todos los peruanos. Sin discutir el grado de apalancamiento público o privado, dudo que alguien discuta dicha esperanza. Veamos, entonces, cómo podemos identificar los espacios de dicha matriz.
Entre las fortalezas, es inevitable destacar dos: nuestra geografía (que enmarca las riquezas naturales y su biodiversidad) y su cultura milenaria. La primera es el “banco de oro” al que se refería el científico italiano Raimondi, y la misma que debería financiar nuestro objetivo común. Otra fortaleza es su locación geográfica: en el medio de América del Sur, con un amplio frente al océano Pacífico y al pulmón del mundo: el Amazonas. Luego están las fortalezas estructurales: un marco fiscal y monetario estable, una población joven, distintos tratados de comercio y las ganas de un país de salir adelante. Finalmente, las riquezas intangibles, como nuestra cultura, gastronomía y demás.
Las debilidades estriban, sobre todo, en lo institucional: una partidocracia que no termina de cuajar, un precario sistema de administración de justicia y de respeto a la propiedad, y así. La altísima polarización política, ya no solo entre la clase política sino en la ciudadanía, es otra que resta en demasía. Una alta informalidad, aunada a una baja productividad, y regulaciones anacrónicas en el lado económico terminan de pintar el lado negativo de la película. Respecto a los ciudadanos, la pobre dotación de sistemas de salud y educación serán un lastre por mucho tiempo.
Las oportunidades están en dos frentes: el avance de ciertos sectores ligados a nuestras materias primas y a nuestra diversidad, así como también el desarrollo de nuevos sectores económicos locales con mucho potencial (forestal y acuícola, por ejemplo). El peruano puede ser muy competitivo; ahí está el caso de la corporación AGP, que atiende las demandas de una empresa de altísima tecnología como TESLA.
Las más visibles amenazas están, creo, en dos frentes: por un lado, la divergencia creciente entre las economías desarrolladas y en vías de desarrollo; por otro lado, las diferencias geopolíticas en la región.
Estoy seguro de que en este breve resumen faltan puntos muy importantes, pero, al menos, que estos identificados sirvan para empezar un debate crucial sobre nuestras capacidades y competencias de cara al futuro próximo. Nunca es tarde para empezar a imaginar, seriamente, el país donde queremos vivir.
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