En el Perú carecemos de una cultura previsional. Muchas personas hacen lo imposible para no aportar a ningún sistema de pensiones, retiran sus fondos apenas pueden y, al jubilarse, prefieren llevarse todo su ahorro en vez de optar por una renta vitalicia que les garantice ingresos de por vida (aprovechando la denominada ley del 95.5, que es una puerta abierta a una vejez sin pensión, que la reciente ley no cerró inmediatamente, sino solo para los que en ese momento tenían menos de 40 años). Son pocos los países donde sus ciudadanos y los propios congresistas valoran tan poco la importancia de asegurar una pensión en la vejez para los jubilados.
Existen razones estructurales, económicas y sociales que explican esto, pero se debe a que se ha creado una desconfianza en el sistema, alimentada por información tendenciosa sobre la rentabilidad en el sistema privado de pensiones, cambios en las reglas y flexibilidad en el retiro de fondos en el SPP para propósitos distintos de una pensión de jubilación (ya llevamos siete). A esto se suma una miopía financiera que hace que las personas valoren más el presente, postergando el ahorro previsional e incluso evitando adquirir una pensión cuando se retiran. Por eso, en la mayoría de países las personas están obligadas a este ahorro para luego adquirir una pensión al jubilarse. Este sistema paternalista busca protegerlas de un futuro financiero precario y garantizarles cierta estabilidad económica de por vida.
Actualmente, hay ocho propuestas de ley en el Congreso que permiten a los afiliados al SPP retirar al menos 4 UIT de su fondo, incluyendo una que permitiría sacar todo. Estas propuestas van en contra de la última reforma al sistema de pensiones aprobada, por este mismo Congreso, hace unos meses que prohibía nuevos retiros. Esta ley, que sin ser perfecta, contiene una serie de reformas, como una pensión mínima y los aportes obligatorios de independientes, está a la espera de los reglamentos por parte del MEF y de la SBS. Pero, si los propios congresistas no son conscientes de la importancia de que la mayor parte de las personas se jubilen con una pensión, todas estas reformas quedarán pintadas en la pared.
Abordar la renuencia al ahorro previsional requiere una combinación equilibrada de educación financiera y legislación responsable. En países desarrollados, a ningún político sensato se le ocurriría permitir que los fondos de pensión se usen para otro propósito, pero aquí los legisladores los promueven. Ceden a la presión populista y aprueban retiros de fondos que comprometen la seguridad financiera de los ciudadanos en la vejez, y no legislan para obligar a los que se jubilan a adquirir una pensión vitalicia. Se debe promover la formalización del empleo y mejorar la transparencia y confianza en el sistema de pensiones. Sin estos cambios, en un contexto de mayor longevidad y menor tasa de fecundidad, generaciones enteras llegarán a la vejez sin un sustento asegurado.