Hace unos años entrevisté en Nueva York a Antonio Muñoz Molina, novelista y miembro de la Real Academia Española de la Lengua, y le formulé un cuestionamiento que me había presentado pocos días antes Jorge Luis Gárate, hincha de Alianza Lima y miembro de un grupo de WhatsApp al que regularmente nutre con videos de TikTok. ¿Por qué el Diccionario de la RAE acepta las formas verbales del coloquialismo argentino? ‘Vos amás’ y ‘vos querés’ forman parte de las conjugaciones que el DRAE reconoce. ¿Acaso los autores argentinos usan esa variedad en sus escritos? Borges o Cortázar solo la usan cuando la ponen en boca de personajes populares. Muñoz Molina respondió con claridad: la función de la Academia no es, no quiere ser, la de imponer una norma, sino tan solo la de registrar el uso entre la mayoría de los hablantes. De ahí, por ejemplo, que ahora la Academia prescinda del plural ‘les’ y el objeto indirecto se reduzca a ‘le’, pobreza incomprensible para muchos.
Gárate, me dijo más tarde el doctor Jorge Wiesse Rebagliatti, tenía razón al cuestionar esa actitud de los académicos. Si la RAE renuncia a la potestad de proponer una norma, opinan varios especialistas, adultera su objetivo original. En 1715, dos años después de su fundación, se eligió el lema: “Limpia, fija y da esplendor”. Hoy la institución, fatigada, parece haber renunciado a fijar nada y se ha resignado a anotar el uso del idioma en el mundo de la vida. Pero necesitamos reglas. El venezolano Andrés Bello, en el siglo XIX, y autores como García Márquez y Borges, en el XX, han cuestionado la legitimidad de la RAE; sin embargo, su creatividad respetaba, a su manera, la tradición literaria mientras la innovaban.
Somos 500 millones de hispanohablantes y son innumerables las variedades de nuestro idioma. Incluso en un mismo país hay diversas formas de emplearlo. Simplificar la lengua es una tentación. Por ello necesitamos una norma culta que sirva de variedad internacional, para comunicarnos con fluidez en la ciencia y otros espacios. Cada hablante, idealmente, podría usar más de una variedad y la norma culta sería una de ellas, ni mejor ni peor que las otras, que posibilite la transmisión de información de distinta índole. Y ello requiere reglas compartidas a través de enormes geografías. De lo contrario, terminaremos usando el espanglish que cada día triunfa en las redes sociales.