El 26 de julio próximo se elegirá la nueva Mesa Directiva del Congreso de la República. Será la sexta y última del quinquenio 2021-2026. No es que haya mucha expectativa, pero quienes salgan elegidos tendrán algunas responsabilidades específicas con las que deberán responder a la altura.
Es poco lo que se puede añadir sobre la pésima imagen que deja este Legislativo, uno de los peores que se recuerden en nuestra vida democrática. Normas en favor de las universidades bamba, los transportistas informales y la minería ilegal, autoaumentos de sueldo, contrataciones partidarias de personal administrativo, gastos onerosos para el erario, escándalos como el de la red de prostitución que salió a la luz debido al brutal asesinato de una trabajadora… La lista, en fin, es larga, ominosa y harto conocida.
Como en su momento informó Perú21, en el Bloque Democrático, que aglutina a Alianza para el Progreso, Fuerza Popular, Avanza País, Perú Libre, Somos Perú y Acción Popular, se mantiene el compromiso de incorporar en este último tramo del quinquenio a grupos que hasta hoy no tuvieron oportunidad de asumir la conducción del Parlamento. Así, el principal aspirante a la presidencia podría salir de la bancada de Somos Perú.
Conviene recordar, sin embargo, que quien esté a cargo del Congreso se mantendrá hasta julio de 2026. Y se corre el riesgo de que, siguiendo los vaivenes políticos, se comiencen a aprobar leyes de claro corte populista, con la finalidad de satisfacer determinados apetitos electorales, sean estos regionales o nacionales.
Los nombres de José Jerí, Ana Zegarra y Héctor Valer han estado circulando con insistencia, todos ellos con sus respectivas mochilas, pero en realidad lo mejor para el país sería que quien asuma fuera alguien que no vaya a postular en las próximas elecciones.
El Perú necesita un Legislativo que sea independiente del Ejecutivo, que también sea crítico respecto de la labor anodina de algunas comisiones —no pocas son un verdadero desastre— y, sobre todo, que le pare la mano a las economías ilegales, que han infiltrado totalmente a las bancadas. Un presidente del Congreso que respalde la fiscalización y ordene la transición para la bicameralidad que se viene, es decir.
Si hay todavía algo de sensatez en el hemiciclo de la Plaza Bolívar sería buen momento para dejar los intereses particulares de lado y dar un paso al frente en beneficio de la ciudadanía y nuestra democracia.
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