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¡Le gané a César San Martín!
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Estoy eufórico: tras siete años de litigio y merced a la sapiencia del doctor Ghersi, le gané al juez César San Martín (CSM) y a su sala en el TC. Y lo mejor de todo es que se sentó un precedente que acaba con un viejo y nocivo vicio judicial: por 4-3, el TC dictaminó definitivamente que una sentencia surte efectos desde que es notificada, no desde que es votada. Se acabó eso de que te llegaba una sorpresiva sentencia extemporánea, con todos los plazos ya agotados, y los jueces te juraban que ya anteriormente “la habían votado y resuelto en sala” en una fecha ajustada a los plazos (vaya uno a saber si eso era verdad), sin que el procesado se haya enterado porque no es adivino. Nótese que justo los tres que votaron en contra (Eloy, Miranda y Ledesma) habían sido jueces (lo que denota un malsano espíritu de cuerpo) y que quisieron evitar entrar al fondo del asunto por una formalidad. Además, Eloy debió inhibirse, tal como se solicitó, dada su proximidad a CSM (fue su asistente) y que yo había revelado anteriormente que mintió al Congreso con un doctorado que no tenía.
Algo que hace todo aún más placentero es que esto coincide con la suspensión por 30 días que la JNJ le ha impuesto a CSM. Si bien CSM la sacó barata –porque debieron destituirle (como otros que hicieron cosas similares) o por lo menos suspenderle un mínimo de tres meses–, ya es alguito que hayan ignominiosamente sancionado a CSM que nunca rindió cuentas por su apellido en las libretas de Nadine dentro de una jugada para librar a Humala de Madre Mía, su “doctorado-express” en Arequipa, sus presiones grabadas a la jueza Rojassi, sus fallos a favor del BCP siendo aún apoderado y sus e-mails con juristas españoles para ver cómo se condenaba a Fujimori antes que ni siquiera empiece el juicio. Era intocable por caviar y por esa “gran red” de la que se jactó por la radio. ¡Ya no!
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