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Lecciones no aprendidas
El sábado 12 de setiembre, en medio de tormentas políticas, celebramos 28 años de la captura del cabecilla terrorista Abimael Guzmán Reinoso, (a) ‘Gonzalo’, y de su cúpula, en 1992.
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El sábado 12 de setiembre, en medio de tormentas políticas, celebramos 28 años de la captura del cabecilla terrorista Abimael Guzmán Reinoso, (a) ‘Gonzalo’, y de su cúpula, en 1992. El Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) Dircote PNP y su inteligencia operativa, con el lema “Investigar para detener”, puso fin a 12 años de horror y maldad que dejaron 30 mil personas asesinadas y 35 mil millones de dólares en pérdidas económicas. Aquella noche se destrozó la alucinada aventura comunista de ‘Gonzalo’.
La gesta histórica del GEIN, qué duda cabe, nos dejó valiosas lecciones aprendidas y la oportunidad a todos los peruanos para que nos reinventemos como país y aprendamos a valorar la vida, la libertad, la paz y la democracia.
Sin embargo, tres décadas después, constatamos que no hemos aprendido nada de esos valores, y que la peor crisis económica, social, de salud y política en la que nos encontramos hoy revela la precariedad moral (y actitudinal) de una buena parte del país.
Primero, le dimos la espalda al valor de la vida, tolerando, por acción u omisión, la vesania de la criminalidad. Luego, el eterno olvido de los más necesitados mantuvo frágil siempre el sistema de salud, que hoy nos arrebata vidas. Confundimos el legado de la libertad trastocando la justicia y sus procedimientos, privilegiando detenciones sin rigor investigativo. El juego de “te detengo y luego te investigo” prevaleció mancillando honras sin sentencias que cierren el círculo del crimen.
Fuimos contumaces despreciando la paz cuando, a vista y paciencia de todos, por inacción política y falta de renovación ideológica, emergen proyectos políticos violentos como el de Antauro Humala, el de Sendero Luminoso agazapado en el Movadef y excarcelados del MRTA, acercándonos peligrosamente al juego de la anarquía.
Y, por si fuera poco, la lucha por la democracia fue devorada por la corrupción desenfrenada (y estructurada) en el Estado, dirigida en muchos casos por las más altas autoridades. La proliferación de una treintena de nuevos partidos o movimientos que pugnan por el poder no es una señal de madurez; todo lo contrario, lo es de fragmentación social y política.
Hoy, en el colmo de males, hemos convertido el juego democrático en “jugarreta política”, bufones en “actores políticos”, reafirmación democrática en “vacancia” o “golpe de Estado” y la estabilidad política en la “cuerda floja”, una vergüenza.
Felizmente, la celebración de la captura del siglo será eterna para que no olvidemos jamás los valores que protegimos, esperando el turno que la historia le reserve a la valentía de peruanos de bien que quieran abrazar con pasión y convicción el retomar la lucha por la vida, la libertad, la paz y la democracia. ¡Sí se puede!
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