El número cero puede representar la nada, pero también es la base para la creación de todos los números. En términos matemáticos, es el punto de partida, y en el mundo real, puede ser un espacio lleno de potencial. Sin embargo, en el contexto de la inversión pública en nuestro país, el cero ha tomado una connotación preocupante: el símbolo de lo que no se ha hecho, de las oportunidades perdidas, de las promesas incumplidas. Esto es lo que nos detalla el reciente Informe del Consejo Privado de Competitividad.
A agosto de 2024, las cifras del presupuesto institucional modificado (PIM) para inversión pública son claras. De los 59,395 proyectos aprobados, 22,934, es decir, el 38.6%, no han ejecutado un solo sol. Esto significa que más de un tercio de los proyectos planeados están parados, sin avances, sin impacto real en la economía o en la vida de los ciudadanos.
Esta “ley del cero” no discrimina entre niveles de gobierno. En el gobierno nacional, el 30% de los proyectos tiene ejecución cero. En los gobiernos locales, el porcentaje es aún mayor, alcanzando un preocupante 40%, mientras que en los gobiernos regionales, el 34% de los proyectos sigue sin avanzar. Si analizamos el valor de estos proyectos, la situación es igualmente alarmante: S/10,260 millones están en juego, distribuidos en proyectos que no han sido tocados.
¿Qué significa esto en términos prácticos? Cada proyecto no ejecutado es una escuela que no se construyó, una carretera que no se pavimentó, un hospital que no se equipó. Es una comunidad que sigue esperando el acceso a agua potable, es una región que no recibe el impulso necesario para desarrollarse. Es, en última instancia, un fracaso en la gestión pública.
La ejecución eficiente del presupuesto no es solo un tema de números, es un tema de desarrollo social y económico. La falta de ejecución en proyectos clave no solo retrasa el progreso, sino que también genera un círculo vicioso de subdesarrollo, donde la desconfianza en las instituciones se profundiza y el crecimiento económico se frena.
Es fundamental que las autoridades responsables tomen medidas inmediatas para revertir esta situación. No se trata solo de gastar, sino de gastar bien. De planificar con precisión, de gestionar con eficacia, y de rendir cuentas a la ciudadanía. La ley del cero debe ser un recordatorio de lo que no debemos permitir, un llamado a la acción para transformar el potencial en realidad, y el cero en progreso.
El cero puede ser el comienzo de todo, pero en la inversión pública, no puede ser el destino final.