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[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: Matrix y la libertad
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He decidido llamar a esta columna La píldora roja en referencia a la famosa alegoría de la película Matrix en la cual el personaje Morfeo le ofrece al protagonista Neo, representado por Keanu Reeves, dos píldoras, una roja y una azul. La azul representa una cómoda esclavitud a partir del desconocimiento, y la pastilla roja alude a un despertar a la libertad a partir de tomar conciencia de que se vive en un control opresor de las máquinas. La roja no trae consigo la comodidad y representa la vida real en la que el ser humano se enfrenta a una serie de problemas en los que tiene que elegir. Neo elige la píldora roja y empieza la trama de la lucha por la cual los humanos, con la información dispersa que van adquiriendo, van tomando decisiones para liberarse del totalitarismo de las máquinas. Es Matrix una película sobre la libertad.
Y en esta columna he buscado y buscaré siempre reflexionar desde la libertad, entendiéndola siempre como una sola, tanto política y económica; defendiendo que somos las personas el centro del orden político, y aportando al debate público la importancia de vivir en una sociedad libre, abierta y respetuosa de los distintos proyectos de vida. La píldora roja no está exenta de polémica, la figura ha sido usada por la izquierda y la derecha para impulsar desde sus extremos el despotismo con el que quieren imponer su control a los demás. Hay que reivindicar que la píldora roja significa elegir la libertad. La historia dirigida por las hermanas Wachowski nos recuerda que elegir la libertad significa tomar conciencia, pero también aceptar que no todo es de maravilla.
Elegir la libertad es tomar conciencia de que somos libres, pero es elegir también la incertidumbre. Algo que desarrolla muy bien el escritor argentino José Benegas en el libro Un mundo contaminado, en el que aborda ideas tóxicas de izquierda y derecha que acosan a las sociedades abiertas y amenazan nuestras democracias. Allí señala que la incertidumbre nos genera temor y plantea que hay dos maneras de lidiar con ello: una es la colaboración con otros para intercambiar bienes, conocimientos y experiencias; y la otra es la ilusión del fin de la incertidumbre con una autoridad que decida qué hacemos. Agrega que no hay ninguna garantía de que la autoridad nos resuelva el problema, pero por esa vía supuestamente nos liberamos de la angustia psicológica que viene adosada al problema del autogobierno. Este es el autoritarismo, concluye.
En tiempos en que los ciudadanos eligen proyectos autoritarios de izquierda y, por otro lado, aplauden a una derecha que se cree que hace oposición desde la caverna, cabe agregar que la renuncia a la libertad también existe. En la película lo representa Cypher, que forma parte del movimiento de humanos despiertos pero odia la incertidumbre y la dureza de la vida real, y también guarda resentimiento a quien le mostró la verdad, por ello decide traicionarlos y escoge la inconsciencia, y renuncia a la libertad afirmando que “la ignorancia es la perfecta felicidad”.
Esta semana me encontraba reflexionando sobre esta película por un proyecto en particular, y a la vez veía cómo la izquierda y la derecha despedazaban el informe de la CIDH sobre el Perú. No voy a ahondar aquí en el sesgo evidente y significativo de izquierda que trae el reporte, pero es igual de reprobable la reacción visceral de la derecha que quiere salirse del sistema internacional de protección de los derechos del ser humano en lugar de utilizar los mismos mecanismos de diálogo democrático para cuestionar que está politizado. Ignoran que pueden enviar reportes, pero esa derecha que se llena la boca con las palabras libertad y democracia prefiere desaparecer una instancia antes de participar en esos espacios. Una masa de borregos repite lo que dice su tribu. En ambos lados, ninguno quiere despertar y a ninguno le interesa realmente la libertad. Son esclavos de sus dogmas y de la matrix de su tribu.
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