Esta semana se viralizó un video de un grupo de estudiantes de Derecho de la Universidad Católica (PUCP) que celebraba una fiesta de cumpleaños. El cumpleañero cargaba una torta que tenía estampada la imagen de George Floyd, el afroamericano asesinado por un policía en 2020, y cuyo trágico caso dio lugar al movimiento en contra del racismo llamado Black Lives Matter. La escena peruana muestra cómo el agasajado y los otros asistentes coreaban las últimas palabras de Floyd antes de morir: “I can’t breathe” (no puedo respirar). Lo que se ve en esa celebración, que sería de hace dos años, no está muy lejos de la reacción que muchos grupos de ultraderecha tuvieron en esa época que, incluso, festejaron el asesinato de una persona.
Como sucedió en aquella oportunidad, hoy se vuelve a negar que se trataría de un acto racista y que sería una simple payasada minimizando la gravedad del hecho, y poniendo de nuevo la libertad de expresión al servicio de deshumanizar a las personas por su color de piel. Por donde se le mire lo realizado por estos jóvenes es condenable y debe ser señalado públicamente como un acto racista y además siniestro, que atenta contra la dignidad humana y que incita a la deshumanización de las personas afrodescendientes.
Es vergonzoso e indignante ver a supuestos liberales apelar a la libertad de expresión para defender un acto racista. Como explica el escritor argentino José Benegas (Perú21, 2024), “la libertad de expresión en términos heroicos resguarda la crítica y el desafío al poder, no el ataque a ciudadanos indefensos”. Hace un tiempo se puede identificar que buena parte del movimiento liberal se ha vuelto incapaz de razonar ante la realidad y casos de este tipo. Esto de salir a defender al agresor no es nuevo: la realidad muestra el asesinato de una persona afrodescendiente en manos de fuerzas policiales y hacen malabares para justificarlo con base en el “orden y la seguridad”. La realidad muestra a unos jóvenes burlándose de forma espeluznante de un crimen racista y, en lugar de condenarlo, lo justifican como parte de la libertad de expresión.
El liberalismo que conocí en mis tiempos universitarios proclamaba la libertad junto con la igualdad ante la ley, la convivencia democrática, la empatía y respeto de todas las personas. Ese liberalismo podía distinguir la trampa de pedir tolerancia para legitimar la intolerancia de la que advirtió Karl Popper. Es irreconocible hoy un liberalismo que acude rápido en defensa de agresores, y que usa la libertad de expresión para ser racista, homófoba, y xenófoba ¿Qué clase de liberalismo es ese? De seguro uno incompatible con la misma libertad y la dignidad humana.
Es una lástima que tantos jóvenes dentro del liberalismo hayan renunciado al pensamiento crítico y repitan todo lo que estos pseudoliberales les han inculcado. Para ellos que la gente se agrupe para luchar y denunciar públicamente a los racistas es fascistoide, cancelación, acoso, Woke. Para ellos ser antirracista más bien no puede ser libertad de expresión, y corren a llorar ofendidos cuando la sociedad se defiende y decide criticarlos en redes. Por ello, saludo que el estudio de abogados donde practicaban los estudiantes haya emitido un comunicado para condenar el acto y retirarlos de la firma. Que los critiquen en redes y que se activen los mecanismos e instituciones de defensa de derechos humanos. Así es como se lucha contra el racismo y la deshumanización.
Aún falta y sigue siendo preocupante que buena parte de los liberales de hoy defiendan orgullosos un acto racista como libertad de expresión, y que en el paquete discursivo hayan decidido ignorar y negar que el racismo y la discriminación son problemas que afectan en la vida diaria a millones de personas. Un liberalismo que se olvidó que lo más importante son los seres humanos y sus problemas reales.