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Luces en tiempos recios
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El título de la última novela de Vargas Llosa bien podría ser usado para describir los días que corren. El coronavirus golpea duramente nuestra salud y economía, y de manera particularmente cruda a los sectores menos favorecidos. Aún ante esta realidad, no está demás hacer de tripas corazón y buscar en ella aprendizajes para el futuro. Acá van tres.
Uno: no recuerdo una oportunidad en que la suerte colectiva dependiera tan decisivamente de la suma de voluntades individuales. Esto presenta una situación de alto riesgo, pero también una excepcional oportunidad para robustecer nuestro sentido de ciudadanía, hoy tristemente débil. Quizás sea ingenuo, pero podemos aspirar a que el espíritu de colectividad que se respira sea trasladado a otros ámbitos de nuestra vida luego de la crisis: la limpieza en las calles, el respeto por la autoridad, el cumplimiento de obligaciones tributarias, etc.
Dos: se estima que durante febrero las emisiones de carbono en China se redujeron en 25%. No hay cifras para Perú, pero sin duda habrá un bajón. No quiero pecar de frívolo: está claro que esta es la otra cara del enfriamiento económico que afectará a millones de familias. Pero no deja de ser una oportunidad para reflexionar sobre el impacto que nuestros empeños diarios tienen sobre el planeta, y un llamado a desarrollar maneras más sostenibles y responsables de producir y consumir en el futuro.
Tres: hoy más que nunca se pone en relieve la importancia de un estado funcional. No existe actor privado que pueda aliviar solo el inminente problema sanitario y económico. Desde la posta médica más remota hasta el directorio del Banco Central juegan un papel. Esta evidencia es importante para responder a corrientes -minoritarias pero existentes- que apuestan por un Estado aún más magro. Y es también un llamado a invertir un poquito más de tiempo cada vez que elijamos a quienes nos gobiernan.
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