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Maduro se pudre
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Asustado ante la creciente ola de adhesiones que viene recibiendo la candidatura opositora, el dictador venezolano Nicolás Maduro ha endurecido su discurso. Ahora se permite amenazar públicamente a sus compatriotas con “un baño de sangre” si es que su candidatura no es favorecida por el voto popular.
Las encuestas le dan apenas un 24% de intención de voto al chavista, mientras que su principal rival, Edmundo González Urrutia, registra un muy superior 59%. El nerviosismo cunde, pues, en las filas oficialistas al punto que los actos de violencia contra la oposición han comenzado a multiplicarse.
Hace unos días ocurrió, por ejemplo, una vandalización del vehículo de la lideresa democrática local María Corina Machado. Además de haberlo pintarrajeado y abollado le descompusieron los frenos, en lo que constituye prácticamente un atentado contra su vida. Machado, como se recordará, fue descalificada para participar en la contienda electoral por un tribunal electoral con argumentos írritos y, obviamente, bajo la presión de la dictadura.
No obstante, esta valiente venezolana, una vez excluida de los comicios, se ha convertido en el pivote de la campaña de González Urrutia debido a su resolución y carisma. Su activismo ha jugado un papel esencial en el alza de las preferencias por el postulante opositor.
Como contraparte, en un discurso pronunciado el martes último, Maduro lanzó una proclama con un mensaje inequívoco: “El 28 de julio (fecha de las elecciones), si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida producto de los fascistas, garanticemos el más grande éxito de la historia electoral de nuestro pueblo… (Será) guerra o paz, guarimba (protesta violenta) o tranquilidad, proyecto de patria o colonia, democracia o fascismo. ¿Están preparados? Yo estoy preparado”.
Por supuesto, no es necesario aclarar a quién moteja de “fascistas” el dictador, ni abundar sobre cómo se tomará la derrota en las urnas que prevén sondeos, analistas y encuestas. Añadamos a ello que Venezuela es un país militarizado, con más de cinco millones de ciudadanos que han huido hacia el extranjero ante la debacle económica a que condujo el chavismo –y la corrupción generalizada en todas las esferas de gobierno– a una economía que era de las más prósperas de la región.
Las amenazas no parecen haber intimidado a los líderes de la oposición venezolana, pero las democracias del mundo deben permanecer alerta ante cualquier asonada de violencia que pueda desatar esa podrida dictadura.
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