Siempre se ha escuchado hablar que “el fin no justifica los medios”, pero parece que eso no es del todo cierto y estamos en una sociedad que todo vale, si eso de alguna manera me beneficia.
Hace años cuando trabajaba en una empresa importante de retail, en plena guerra de los supermercados, la central de medios, empresa que analiza en donde se genera mayor audiencia de tu spot publicitario, me presentó una recomendación de pauta, para nuestro supermercado. Esta pauta incluía, programas que de acuerdo a nuestra ética empresarial no se ajustaba a las normas que deberían tener los programa televisivos, firmados por la SNRTV (Sociedad Nacional de Radio y Televisión), que según algunos estatutos señala que la prestación de los servicios de radiodifusión se rige por los siguientes principios:
1. La defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad.
2. El fomento de la educación, cultura y moral de la Nación.
3. La protección y formación integral de los niños y adolescentes, así como el respeto de la institución familiar.
4. La promoción de los valores y la identidad nacional.
5. La responsabilidad social de los medios de comunicación.
6. El respeto al Código de Normas Éticas.
7. El respeto al honor, la buena reputación y la intimidad personal y familiar.
Entre otras consideraciones más que están relacionadas con la libertad de expresión etcétera. Nuestra central aparentemente comulgaba con los principios de la empresa, pero sobre todo con el gerente de Marketing de esa época que tenía muy clara su posición de que “no deseamos vincular nuestra marca a programas televisivos que transgreden los valores y que no aportan a la sociedad peruana, nosotros no vamos a contribuir a su permanencia, por más que tenga los más altos ratings de sintonía”. Esa posición nos llevó a renunciar a mejores costos por punto de rating y compensar ese aparente déficit con otras acciones.
Hace poco se ha visto facturas desproporcionadas en los costos del programa Sábado con Andrés, que están claramente sobrevaluadas y que serán materia de investigación.
La pregunta es dónde está la responsabilidad de esos clientes que facturaron bajo ese concepto, a sabiendas de que no era cierto. ¿Dónde están actualmente los clientes que auspician con grandes inversiones publicitarias, programas que no fomentan los valores, ni moral, ni cultura? ¿Hasta cuándo vamos a pedir que se termine la incapacidad de congresistas o políticos cuando en nuestro trabajo diario solo estamos valorando el rating porque el fin justifica el medio? El respeto al honor, a la buena reputación, a la intimidad personal y familiar, que está en el código de ética de los canales de televisión, es un saludo a la bandera, como lo es en muchas oportunidades la constitución del Estado.
El cambio que queremos hacer empieza por casa, por los empresarios que deben respetar las reglas, en saber que estamos en un mundo interconectado, donde debe protegerse y valorarse el buen contenido que deje algo de reflexión o discernimiento al televidente y no refuerce el morbo, el sensacionalismo y el chisme que de esos valores no construimos un mejor país. El término de “televisión basura” no es por culpa de la televisión, es por culpa de los anunciantes y de las centrales de medios que no han revisado ninguna cláusula del código de ética de la SNRTV, o del código de ética de la empresa o del propio código de ética que uno como persona debería tener.
Esperemos que los contenidos para 2025 mejoren y se destierre que “el rating justifica el contenido sin valores”.