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Mariana Alegre: Sed
“Ninguno había previsto esta escasez y no tenían reservas de agua en sus casas: ni un balde con agua, quizá una pequeña jarra en la refrigeradora, pero igual insuficiente”.
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Desde hace semanas el exceso de lluvia llenó los ríos y activó las quebradas tanto en Lima como en el resto del país. Esto, sumado a la descontrolada urbanización, la construcción informal y la poca inversión en prevención y gestión de desastres, generó las usuales escenas de lodo, gritos, pérdidas económicas y desgracias familiares que cada enero nos muestran los programas de noticias.
El último viernes, muchos limeños se dieron con la sorpresa de que de los caños de sus casas no salía agua. En algunos casos, un hilo de agua se desprendía de los grifos como recordándoles la abundancia a la que estaban acostumbrados. Prácticamente ninguno había previsto esta escasez y no tenían reservas de agua en sus casas: ni un balde con agua, quizá una pequeña jarra en la refrigeradora, pero igual insuficiente. Es así que vivieron en carne propia los efectos de la naturaleza y –algunos– comprendieron que el cambio climático no les es ajeno.
El racionamiento que Sedapal puso en marcha está relacionado precisamente con las lluvias y los huaicos que arrastran piedras, troncos y basura hacia la Atarjea impidiendo el procesamiento del agua. Por ende, el agua disponible disminuye y no alcanza para dotar a todos los hogares conectados a la red pública (88.6% al 2015) del recurso. Según la Sunass, se produjeron 713'459,163 m³ de agua potable cada día del 2015 (aunque solo se facturó el 70%). Para que se hagan una idea, esto equivale a 285,383 piscinas olímpicas diarias.
¿Qué hacemos ahora? Aprovechar la evidencia de la crisis hídrica a la que nuestra ciudad es vulnerable para iniciar una importante campaña de sensibilización sobre el adecuado uso del agua y cuáles son las medidas que todos deben tomar en casos de emergencias. Invertir más recursos en garantizar la seguridad hídrica de Lima (y del resto de ciudades del país) e implementar medidas de adaptación al cambio climático. Desde los ciudadanos, debemos ser más responsables con el agua y también más empáticos, pues no es lo mismo no poder bañarte un día que perder tu casa por un deslizamiento.
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