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Candidatos y lobistas toman el Congreso
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Cualquier crítica que se haga al Congreso será inmediatamente descalificada utilizando el fácil argumento de la defensa de la gran empresa corrupta, perversa, abusiva e indolente.
El Parlamento no se cansa de eludir su responsabilidad de atender las explicaciones o análisis técnicos que hoy se difunden en los medios por la necesidad que tenemos los ciudadanos de entender las consecuencias económicas que viene produciendo la cuarentena. Lo más importante, comprender cuál es la mejor manera de recuperarnos de esta crisis.
Los congresistas hacen oídos sordos de lo que dicen sus propios invitados. Una falta de respeto absoluta a los funcionarios públicos, como si la prioridad para estos no fuera la misma. Como si solo ellos tuviesen autoridad moral, criterio o conocimiento.
Una cosa es exigir aclaraciones a los ministros sobre las medidas que adoptan, hasta exigir explicaciones. Otra, muy distinta, es boicotear los planes de recuperación en los que, nos consta, el Ministerio de Economía está trabajando con empeño y seriedad.
La suspensión de cobros de peajes en las vías concesionadas. El retiro de los fondos de las AFP. La ley que propone las suspensión el pago de créditos e intereses que conlleva el riesgo de una corrida financiera. Los cuestionamientos inútiles al programa Reactiva Perú por no haber discriminado a ninguna empresa por su tamaño. Como si una compañía con más de cien trabajadores merecería únicamente por la cantidad de colaboradores que emplea ir a la quiebra. Absurdo y necio por donde se vea.
Penoso papel que el que desempeñan los nuevos congresistas a quienes algunos pretenden disculpar por su falta de experiencia. En el Perú ya no hay reelección. ¿Acaso por eso debemos aceptar que los legisladores jueguen a la escuelita?
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