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No me sigan “los buenos”
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¿Qué tienen en común Héctor Becerril y Gloria Montenegro? Pareciera que nada, pues tienen ideas opuestas, en especial sobre minorías sexuales y discriminación.
Pero a raíz de sus pronunciamientos recientes, encuentro que se sienten dueños de la verdad y la bondad. Becerril tuiteó: “Para mí NUNCA será igual [que se besen un hombre y una mujer a que se besen dos hombres en público], y si eso es discriminar, entonces yo discrimino”. El congresista cree tener alguna titularidad para juzgar los besos de los ciudadanos –sus representados políticos–, a pesar de que no hay en ellos ningún bien público involucrado.
La ministra Montenegro declaró: “Con tus hijos sí me meto para que sean personas de bien”. Ser persona de bien no es una categoría política ni jurídica, sino moral. El Gobierno puede premiar a un “buen ciudadano” que cumpla sus obligaciones legales, pero no le corresponde decir si es buena persona en un sentido integral. Puede determinar quién es un criminal, porque infringe la ley penal, pero no quién es una “mala persona”. Y no es lo mismo (hay delitos culposos). Pero la ministra alucina que le atañe decidir si los ciudadanos –sus mandantes políticos– somos buenas personas o no, y lo que es más grave, intervenir, por encima de los padres, para “volver buenos” a los niños.
Becerril invoca un juicio moral para discriminar; Montenegro pretexta discriminación para pretender adoctrinar moralmente. Pero ninguno tiene, política ni constitucionalmente, tal prerrogativa. Fachos y progres son peligrosos para la democracia porque tienen poder y creen que pueden usarlo para imponer sus juicios morales a ciudadanos libres, responsables y mejor informados que ellos sobre sus besos, hijos y vidas. Ubíquense.
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