Confirmando que el cine peruano vive tiempos de auge, la nueva película de Francisco J. Lombardi El Corazón del Lobo viene cosechando una estupenda respuesta del público en el país.
Son cerca de 25 mil los espectadores que han acudido a las salas de cine a seguir la dramática peripecia de un niño asháninka secuestrado por las hordas de Sendero Luminoso en los años en que el terrorismo asolaba al Perú. Una lucha por la supervivencia y una violenta fractura familiar en medio de la brutalidad de los campos de adoctrinamiento y adiestramiento militarista que esta sanguinaria banda de fanáticos montaba en la selva y, desgraciadamente, sigue montando en el Vraem.
Lombardi, cineasta de reconocida trayectoria, ya había explorado el tema en La Boca del Lobo, inspirada en una matanza que se conoció como la masacre de Soccos. Allí se centró en los abusos de un comando de las Fuerzas Armadas impotente para detectar al enemigo entre los comuneros de un pueblo sometido a las criminales amenazas de la subversión.
En esta oportunidad, sin embargo, desarrolla su relato desde el otro lado de la guerra contra el terrorismo que desangró al Perú en las últimas décadas del siglo XX: el de las víctimas del extremismo de Sendero Luminoso. Un punto de vista que, ciertamente, hacía mucha falta reforzar en el cine nacional.
Y merece un aplauso extra la movilización de esos 11 empresarios –encabezados por Federico Cúneo– que se unieron para contribuir a la producción de este filme. “Creo que como personas que queremos al Perú, preocupados por el futuro, necesitamos que la gente sepa qué sucedió y no pase al olvido. La esencia de Sendero Luminoso está presente en la película en forma muy clara y no queremos que la gente se confunda y piense que se trata de luchadores sociales a los que hay que admirar. Puedo hablar por los 11 amigos que participamos, pues tenemos el compromiso de hacerle seguimiento y ver qué acciones tomar para que su difusión sea grande”, explica Cúneo.
Doble mérito entonces el de esta obra cinematográfica, un aporte a la indispensable memoria que debemos preservar los peruanos respecto a nuestra historia y una patriótica iniciativa que debería tomarse como ejemplo para que la memoria del terror no se pierda.