El primer ministro llamó a Amador Chambilla para ofrecerle el Ministerio de Trabajo. Le expresó su admiración por la sensibilidad reflejada en sus artículos periodísticos y le pidió que compartiera sus ideas para el ministerio. Luego de agradecer la deferencia, Amador comenzó a explicar sus propuestas.
Comentó que lo más importante para promover el empleo formal es tener flexibilidad laboral. Creía en el talento de los trabajadores peruanos y afirmaba que los buenos empleados son el principal activo de una empresa. Un buen trabajador asegura su estabilidad con su esfuerzo, y las empresas deberían poder desvincularse fácilmente de los trabajadores improductivos. Si un trabajador es sustituido por otro, se mantiene el puesto de trabajo y se le da la oportunidad al empresario de hacer su empresa más productiva, de modo que se beneficia al resto de los trabajadores y a la economía en general. El Estado debe proteger a los trabajadores que se quedan sin empleo con un seguro de desempleo, en lugar de forzar a las empresas a mantener a empleados no deseados.
Amador indicó que el salario mínimo debería determinarse técnicamente considerando el costo de la canasta familiar, la evolución de la productividad laboral, la competitividad internacional, entre otros criterios técnicos. El salario mínimo se debería ajustar por región, reflejando las realidades económicas locales.
Opinaba que los trabajadores y empleadores tendrían que resolver sus controversias sin arbitrajes externos. Apoyaba el derecho a la sindicalización y a la huelga como mecanismos de presión, y la libertad de la empresa para manejar su negocio.
Proponía eliminar los sobrecostos laborales incorporando todas las prestaciones en el sueldo mensual y ajustando los impuestos y las aportaciones. Las gratificaciones deberían integrarse al salario mensual y la CTS necesitaría ser reemplazada por el seguro de desempleo.
El premier le respondió que sus ideas eran revolucionarias, pero que las condiciones políticas actuales no permitían implementar tales medidas, por lo que le sugirió ser menos ambicioso.
Amador replicó que precisamente la corrección política había llevado al Perú a tener un 75% de informalidad. Recordó el dicho popular que indica: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes”. Afirmó que el país necesita cambios importantes para reducir la informalidad y avanzar. Dijo que no estaba dispuesto a ser una figura decorativa y que, si no podía hacer cambios significativos, prefería quedarse donde estaba.