En junio, con motivo del Mes del Orgullo, reaparecen en el debate público los mensajes en contra. Mientras se multiplican las banderas también resurgen frases que muchos repiten, pero que nacen de ideas equivocadas: “es antinatural”, “se puede curar y corregir”, “amenazan a la familia”, etcétera. Todas sostienen prejuicios que terminan justificando la negación de derechos y que impiden que el apoyo crezca.
Es importante reconocer que detrás de estos mensajes hay grupos organizados que trabajan activamente para generar miedo y rechazo; pero también hay personas que simplemente repiten lo que han escuchado toda la vida. Después de todo, si alguien oye que ciertas políticas “destruirán a la familia”, ¿quién estaría de acuerdo con ello? Por eso es clave distinguir entre quienes desinforman con intención y quienes no han tenido la oportunidad de acercarse a estos temas.
Junio, entonces, no es solo una celebración, sino también una oportunidad para educar en la diversidad y compartir argumentos claros que ayuden a comprender la diversidad y ofrezcan la posibilidad de familiarizarse con realidades que quizás resulten lejanas. Por ello a continuación, abordo tres mitos sobre la diversidad sexual:
1) El mito de que la homosexualidad es antinatural: un argumento que parece contundente, pero no lo es porque se apela a una noción de “lo natural” como si fuera sinónimo de lo mayoritario, frecuente, y aceptable. Es un mito que le cuesta abordar incluso al activismo por su trampa retórica: si no se prueba que la homosexualidad es natural, entonces se cree que la gente en general puede deducir que se vuelve legítimo excluirla. Se recurre a este para negar dignidad y bloquear derechos: si la homosexualidad no es “natural” entonces no debería permitirse, ni reconocerse, ni protegerse, como si los derechos dependieran de la biología y no de la dignidad de las personas.
2) La homosexualidad se puede curar: la homosexualidad no se puede curar simple y sencillamente porque no es una enfermedad. Este mito causa un gran daño porque patologiza a las personas LGBTIQ+ y además justifica prácticas violentas como las “terapias de conversión”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró en 1990 la homosexualidad de la Clasificación Internacional de Enfermedades y hoy existe abundante información de serias organizaciones científicas que sustentan que se trata de una manifestación más de la sexualidad humana y no de una patología.
3) Las familias de parejas homosexuales afectan la crianza de los hijos: este mito no nace de una real preocupación por el bienestar infantil, sino de la resistencia a reconocer las formas distintas de conformar familias que hoy existen porque la evidencia es contundente: no hay respaldo científico para concluir que las familias homoparentales perjudiquen el desarrollo de los hijos, más bien los hallazgos muestran que las familias homoparentales son tan capaces como las del sexo opuesto de criar familias estables con entornos igualmente saludables para su bienestar como explico en el ensayo “Los chicos están bien” en el libro La Familia en disputa. Un dato importante es que si bien en la gran mayoría no hay diferencias significativas, algunos estudios concluyen incluso que las familias homoparentales están en mejor posición porque tratan de encarar la discriminación que sus familias encuentran en la sociedad y en la ley proporcionándoles más tiempo, mejor salud física y emocional, y mejor educación a sus hijos.
Los mitos sobre la diversidad sexual no son inocentes y han sido construidos para excluir y se usan aún para postergar derechos, por eso hay que nombrarlos y desarmarlos. Esta columna no va para quienes se han organizado para despreciar sino para quienes no tuvieron la información a tiempo, para quienes necesiten defenderse de prejuicios, para quienes quieren comprender a un familiar y para quien esté abierto a una conversación más informada sobre la diversidad. Trataré de contribuir en próximas entregas mientras dure el Mes del Orgullo.