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Ay, Jesús
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#Chauflix es el hashtag que circula por estos días en redes sociales, como un llamado urgente a los usuarios de Netflix a cancelar su suscripción, en respuesta a un especial de Navidad que incluye la película La primera tentación de Cristo. La película brasileña ya había causado latigazos en Brasil donde, pese a que más de dos millones de personas firmaron una solicitud para censurarla, el pedido fue desestimado por un Tribunal Federal. En la controversial comedia se ve cómo Jesús, después de 40 días en el desierto, vuelve a casa donde lo esperan José y María para celebrar sus 30 años, pero lo hace acompañado de su amigo Orlando, al que presenta como su novio. Por si fuera poca semejante blasfema, los apóstoles se muestran como una pandilla de alcohólicos y María como una prostituta marihuanera cuyas artes son requeridas por la supuesta figura de Dios Padre.
Los indignados acusan a Netflix de faltarle el respeto a la “verdad”. Un repudio a personajes de ficción basados en personajes cuya existencia no podemos probar, pero bueno. Si la conquista del Perú se cuenta al revés mientras van pasando los años (recordemos a congresistas y ministros, el año pasado, agradeciendo al príncipe Felipe por la herencia española que nos dignifica), lo que será la devaluación del rigor en una historia que tiene más de dos mil...
El cofundador de Porta dos Fundos (la compañía realizadora de la película) Fabio Porchat ha dicho, en declaraciones a la revista Variety, que si alguien debería estar enojado con ellos esa es la comunidad gay, porque el personaje de Orlando, el novio de Jesús, resulta siendo el Diablo. “¡Pero la comunidad gay nos ama”, dice Porchat.
Un horror, un espanto, una ofensa... Sin embargo, no da cuenta la Biblia de episodio alguno en que Jesús haya castigado a homosexuales o prostitutas, pero sí de su indignación al ver su templo convertido en un mercado. De modo que, ya que estamos tan respetuosos y creyentes, lancemos el látigo hacia nuestra propia fiesta navideña, patética bacanal. La más pagana del mundo, en la que se traga y se chupa compulsivamente, donde todos queremos comprar o vender lo que sea con tal de pasarla “bien”, donde la contaminación por basura se multiplica por millones, donde la pólvora se despilfarra en cohetones que aterran a bebés y mascotas, donde el nacimiento del hombre más amado del mundo se celebra de la manera que él (supuestamente) hubiera repudiado al punto de destruirlo todo. Y es que la película es ficción, pero la realidad es nuestra eterna parodia del cumpleaños más sagrado del mundo, con una fiesta más pecadora que mil maricones y putas. Con el perdón de Dios.
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