El 8 de marzo no es un día de celebración, es un día de lucha. Se conmemora a las mujeres que han transformado la historia, a las que se han enfrentado al poder, a las que han conquistado derechos con esfuerzo y sacrificio, a las que resisten y no bajan los brazos. También es un día para hacer balances, para recordar qué hemos ganado y denunciar lo que hemos perdido.
Lamentablemente, el balance es negativo, hay retrocesos, y los ha liderado una mujer que llegó al poder por sucesión constitucional: Dina Boluarte.
Desde que asumió la presidencia, la señora Boluarte ha traicionado lo que representa ser mujer en política. Como abogada, no nos representa porque ha garantizado la impunidad de quienes asesinaron a peruanos en las protestas de 2022. Calló ante la sangre derramada, justificó lo injustificable y enterró la justicia bajo el peso de su propio silencio, como si con eso pudiera eludir su responsabilidad.
Como mujer que nació fuera de la capital, tampoco nos representa. No es la voz de los pueblos olvidados ni de las mujeres que trabajan y luchan cada día. En lugar de atender las demandas de salud, infraestructura y educación de las regiones, ha beneficiado a su círculo cercano, a los ‘waykis’, y ha permitido que la corrupción siga destruyendo lo poco que nos queda de institucionalidad. Ignora que casi 5 de cada diez niños tienen anemia o desnutrición, que recibieron alimentos en mal estado, y no pasa nada.
Como política es una vergüenza porque hacer política es servir, es resolver problemas, es convocar y sumar esfuerzos. No se hace política para acumular poder ni para proteger a familiares y amigos. No se es política para encubrir escándalos de corrupción ni usar el aparato del Estado para su propio beneficio. No es política quien no enfrenta con valentía los problemas y se refugia en el silencio, o quien esconde operaciones cosméticas mientras el país se hunde en crisis, crecen las extorsiones y los jóvenes se van del país porque no ven futuro.
Dina Boluarte no es símbolo de lucha ni de liderazgo. Es el reflejo de lo que las mujeres en política no debemos ser. Su gobierno es una farsa, una traición para quienes esperaban una verdadera transformación.
Las mujeres no olvidamos. Seguiremos luchando por lo que es nuestro. Seguiremos defendiendo a las mujeres, a las niñas y su derecho a existir y ser nombradas, porque lo que no se nombra no existe. Lo haremos aunque nos persiga, ataque y nos vea a todos como culpables de su incapacidad. Por todo esto, señora Boluarte, usted NO nos representa.