Jorge Luis Salas Arenas, presidente del Jurado Nacional de Elecciones, se muestra en contra de que se baje la valla electoral para que los partidos que integran alianzas electorales mantengan su inscripción ante el Registro de Organizaciones Políticas.
Un planteamiento que se ha venido haciendo desde hace buen tiempo por parte de expertos, políticos y comunicadores para evitar la dispersión y que la ciudadanía no tenga que elegir al nuevo presidente o presidenta entre un menú de 50 o 60 candidatos.
De acuerdo con la Ley de Organizaciones Políticas, para mantener la inscripción de un partido se requiere que este tenga al menos seis representantes al Congreso en más de una circunscripción electoral o haya alcanzado al menos el 5% de los votos válidos a nivel nacional. En el caso de alianzas entre partidos o movimientos, sin embargo, este porcentaje se eleva en 1% por cada partido o movimiento adicional, según corresponda.
Expertos en el tema electoral han hecho notar que la actual legislación no alienta la formación de alianzas políticas, necesarias sobre todo en un contexto como el actual en el que tenemos ya 60 agrupaciones inscritas o en proceso de inscripción de cara a las elecciones generales 2026. Una verdadera polución partidaria –a menudo meros rótulos que se levantan en torno a personajes de turbia trayectoria, clanes familiares o empresariales de dudosa legalidad, y aún más incierta ideología– que solo genera desconcierto entre los ciudadanos menos avisados.
Y como es sabido, la dispersión del voto convierte a los certámenes electorales en verdaderas ruletas políticas que, en términos de gobierno hacen imposible plantear proyectos de desarrollo con capacidad de generar consensos y diálogos entre las fuerzas dirimentes, sea en el Poder Legislativo o Ejecutivo.
Un sistema que favoreciera las alianzas, en cambio, permitiría una reagrupación de partidos o movimientos en torno a programas o puntos concretos, en las antípodas de lo que actualmente ocurre en el país.
No se entiende por qué el presidente de la autoridad electoral tiene que meter su cuchara en un tema que corresponde a la clase política y al país en general. Sus consideraciones son absolutamente académicas, casi teóricas, sin asidero en la realidad ni en la experiencia de procesos electorales pasados.
La historia ha demostrado que una atomización como la que se avecina solo debilitará nuestra democracia.