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Nos jugamos el futuro
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Castillo está adelante en todas las encuestas, aunque la ventaja viene reduciéndose. No le gustan los debates, sin equipo técnico, ni plan de gobierno, sus propuestas responden a una ideología fracasada. Los elocuentes testimonios de migrantes venezolanos por el mundo deberían ser suficientes para que la población no lo elija, pero en el Perú todo es posible.
La palabra “comunista” no necesariamente impacta en sectores populares donde hay mayor electorado. Se requiere propuestas concretas de un mejor porvenir; si es más de lo mismo, “que se jodan todos”, pensarán. Para sector D y E el modelo es indistinto si no les mejora la vida; no basta con el terruqueo, comunismo o chavismo; el sector menos favorecido debe percibir a Keiko como la mejor opción y no solo el mal menor o más de lo mismo.
Esta campaña emocional, más que racional, recoge resentimiento, postergación y abandono por años. Perú Libre aprovecha y exacerba la “lucha de clases” marxista.
“Cambio” debe ser la propuesta keikista, la defensa del modelo económico, pero no una defensa del statu quo o “establishment”. El Perú requiere mejoras impostergables en la gestión del Estado (provisión de bienes y servicios). La propuesta de 40% del canon para la población la convertirá en “socia” del proyecto. Necesitamos un Estado eficiente para evitar la incertidumbre antisistema cada cinco años.
Keiko necesita presencia en D y E, sector rural, centro y sur, y reforzar el norte. Parte del electorado ve en Castillo al profesor provinciano y rondero, no al personaje vinculado al Movadef/senderista, espacios donde paradójicamente ha llegado poca migración venezolana.
Castillo no tiene formas democráticas ni recetas para la reactivación económica ni claridad para salir de la pandemia.
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