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El ocaso del beso
“No, es demasiado íntimo”, me dice una jovencita de 14, que expresa un sentimiento con el que me encuentro frecuentemente.
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Fecha Actualización
Roberto Lerner,Espacio de crianzahttp://espaciodecrianza.educared.pe
"No, es demasiado íntimo", me dice una jovencita de 14, que expresa un sentimiento con el que me encuentro frecuentemente. Besar, para una generación precoz en lo que se refiere a la sexualidad, cuyas formas consideradas más osadas —sexo oral, por ejemplo— ejercen libremente, es un asunto demasiado serio como para practicarlo con cualquiera. "Es romántico, es para hacerlo con alguien cuando ya estás segura de que hay algo serio", se reafirma en una percepción que comparte con otras y otros de su edad.
Una generación empoderada hace todo más temprano y también con sentido de urgencia. Casi nada dura mucho y todo —servicios, productos y relaciones— pueden ser cambiados por alguna de las alternativas de una oferta inagotable. Indudablemente es una situación que tiene aspectos muy positivos —libertad, creatividad, dinamismo—, pero también, más allá de la moral, retos complejos y consecuencias dolorosas para por lo menos una parte de la gente.
Porque reservar el beso para las relaciones serias —léase sostenidas y comprometidas más allá de la sexualidad en modo de choque y fuga— tiene que ver con un hecho simple: en la soledad y cierto vacío, no necesariamente arrepentimiento moral, de la mañana siguiente, está la ilusión permanente de encontrar amor, ternura, compañerismo. El problema no es la sexualidad, sino que en su ejercicio con muchas parejas muy pronto —¡eso sí, sin beso!— también se multiplica el desencanto de no encontrar lo que todos —liberales y conservadores— buscamos: un amor para toda la vida.
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