En una entrevista con Perú21, el reconocido economista y presidente ejecutivo de Apoyo Consultoría, Gianfranco Castagnola, ha expuesto los temores que conviven con la actividad empresarial en estos tiempos de violencia e incertidumbre.
En el ámbito empresarial, dijo, circulan no pocas preocupaciones por el entorno político en que se desarrollan los negocios.
Todo ello, como consecuencia, también, de la pésima administración presidencial de Pedro Castillo. Castagnola lo tiene claro: “Durante la pandemia, la gente se endeudó y perdió ingresos. Luego vino la pandemia política de Pedro Castillo donde no se generó empleo y la inversión privada frenó en seco. Siempre he dicho: antes de Pedro Castillo se robó mucho, pero lo que más nos robó Castillo fue la idea de futuro del país. Entonces, toda la gente que –pospandemia– regresó al mercado, y no encontró empleo en el sector formal, se fue al sector informal, donde aumenta la oferta de trabajo, pero no de remuneración”.
En este nefasto precedente se explica las principales preocupaciones de los empresarios. La primera es la gobernabilidad de aquí a 2026. La gran mayoría de empresarios desaprueba la gestión de Dina Boluarte, pero a la vez considera que ella es mejor que Castillo. A pesar de que este gobierno es extremadamente mediocre, tampoco hace grandes barbaridades. Sin embargo, sostiene el analista, todo lo que está ocurriendo ahora, como, por ejemplo, el paro de transportistas, que repercutirá en un cambio de ministros y buenos funcionarios públicos, solo aumentará la incertidumbre.
Lo segundo es el pobrísimo Congreso que tenemos actualmente, generador sostenido de dos tipos de riesgos que no son poca cosa: “el riesgo regulatorio y el riesgo institucional”. Es decir, un Legislativo que produce pésimas leyes que no hacen sino socavar la solidez y la credibilidad tanto de nuestra democracia como del imperio de la ley, tal cual se ha advertido antes en este mismo espacio.
La tercera preocupación empresarial no por ser obvia es menos importante que se exprese en una voz autorizada como la de Castagnola: las elecciones presidenciales de 2026. Un evento que contará con 30 ó 40 candidatos, entre los que no faltarán extremistas o charlatanes, pero difícilmente habrá líderes verdaderos, “inspiracionales”, capaces de conducir al país a un gran cambio en términos de progreso. Por lo que la esperanza empresarial se limita a que surja un candidato más o menos “normalito”, que gobierne como se hizo en las dos primeras décadas de este siglo, “que, mal que bien, hicieron avanzar al país”.
Reflexiones que tanto el Ejecutivo como el Congreso deberían atender.
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