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Etiopía: Un hombre y una mujer
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Etiopía es el segundo país más poblado de África y, como muchos en ese continente, alberga una variedad de grupos étnicos que mantienen largos conflictos, en este caso, por la disputa de tierras. El lugar dominado por emperadores, como Haile Selassie, derrocado por militares en 1974 para luego crear un régimen comunista que cayó en 1991, es controlado desde entonces por el partido Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope, con un gobierno autocrático pero con elecciones para rotar al primer ministro.
Desde abril, tras la renuncia del primer ministro Hailemariam Desalegne, asumió el poder un miembro de la etnia musulmana oromo (la principal minoría), Abiy Ahmed Ali, quien ha logrado convocar a la etnia mayoritaria cristiana (la amhara) para liberalizar gradualmente a la nación y luchar juntos contra el fanatismo en un vecindario donde abundan grupos como el Estado Islámico y Al Qaeda.
En menos de siete meses, el rejuvenecido gobierno reconoció los errores del pasado y ha tratado de enmendarlos uno tras otro. Ahmed Ali ordenó liberar a periodistas, así como a activistas y a presos políticos de oposición, tachados de terroristas por sus antecesores. Con ello se avizora que podrán legalizar nuevos partidos políticos. Además, el primer ministro recompuso su gabinete, igualando el porcentaje de hombres y mujeres, algo inédito en una sociedad patriarcal como la etíope.
La semana pasada, Ali juramentó también a una mujer como presidenta de Etiopía: Sahlework Zewde, ex secretaria general de ONU, que, si bien es un puesto simbólico porque en los sistemas parlamentarios el primer ministro es el jefe de gobierno y el presidente solo representa al país, muestra que Etiopía, con un buen dirigente y una mujer ejemplar, se enrumba a una nueva era.
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