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[OPINIÓN] Ariel Segal: El experimento político israelí
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¿Podrá el nuevo gobierno de unidad nacional de Israel mantenerse en el poder los cuatro años que le corresponde y, además, ser eficiente, cuando hay partidos tan ideológicamente distantes como el pacifista Meretz y el ultranacionalista Yamina del actual primer ministro (PM) Naftali Bennet?
Nadie tiene la respuesta porque no solo depende de cuán leales se mantienen todos los miembros del Parlamento representados en el gobierno (61 de 120 escaños), sino también de factores externos como futuros conflictos con Hamas, las intenciones iraníes de atacar a Israel a través de su aliado Hezbollah en el Líbano y con tropas y aviones en la frontera siria-israelí, y muchas otras circunstancias imposibles de predecir.
El único gobierno de unidad nacional en Israel, con rotación entre primeros ministros, el de 1984 con el Likud entonces liderado por Izhak Shamir y el Partido Laborista por Shimon Peres, fue fallido a pesar de que solo había dos partidos políticos en la coalición y no ocho como el actual. En 2004 se formó otro gobierno de unidad entre Sharon y Peres, de corta duración, para que el PM pudiese ejecutar la retirada unilateral de Israel de la Franja de Gaza en 2005, aun sin el apoyo de su expartido, el Likud.
La historia demuestra que los gobiernos de unidad nacional han funcionado, sobre todo, cuando hay uno o dos objetivos comunes entre los partidos que lo conforman, y el nuevo gobierno de rotación, Naftali Bennet- Yair Lapid, entiende que la continuidad de Netanyahu es peligrosa para la institucionalidad israelí y comparte varios asuntos domésticos que vinculan a esta amalgama de partidos tan diferentes, incluyendo a uno árabe islámico.
El problema palestino, probablemente, se maneje con prudencia pero sin una política proactiva de crear un estado para ese pueblo.
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