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Representantes: otorongos y tigres
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Todos los peruanos estamos viviendo un periodo de gracia con la selección nacional de fútbol. Si el martes se logra el objetivo (¡así será!), el vínculo entre todos los peruanos y este equipo no se romperá más. Serán orgullo y dignos representantes de la blanquirroja.
Representar a un país no es tarea fácil. Esta labor de actuar en nombre de otros no es exclusividad del fútbol. En el campo político también tenemos nuestros representantes. En esa esfera, sin embargo, el vínculo entre los representantes y los representados está roto.
Algunos pesimistas pueden decir que son los representantes políticos que nos merecemos, porque así somos. Si a un representante se le ocurre una criollada –como irse de viaje a ver un partido en lugar de estar en su sitio en el Congreso–, no podemos pedir más porque cada uno en su propia parcela también es un vivo que se salta la cola (virtual) y deja sucio el espacio público luego del partido.
Si el Congreso nacional está mayormente poblado de convenidos, ganapanes, tránsfugas, conservadores, autoritarios, demócratas precarios, otros cínicos dirán que se cumple el principio de representación porque así piensa la mayoría.
Los representantes futbolísticos nos están dejando una lección. Cuando se ponen la camiseta, se superan a sí mismos, son mejores jugadores que en sus clubes, se convierten en mejores peruanos. Ese peruano que podría ser solidario con el otro, que entrega el alma para lograr un objetivo, que mantiene la humildad en la victoria. El vínculo entre los representados –todos los hinchas– y nuestros representantes –esos 22 tigres que se juegan la clasificación– no se basa en lo que somos, sino en la proyección de lo que podemos ser. Si los congresistas aprendieran que su accionar debería mostrarnos lo que los peruanos deberíamos ser, el Congreso dejaría de ser una cueva de otorongos y pasaría a ser el recinto de los tigres.
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