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A diferencia de muchos, con relacio´n al manejo de la emergencia sanitaria que casi todos aplauden, veo, en lenguaje de evaluacio´n profesional de millenial, “grandes oportunidades de mejora”.
El u´nico, o al menos el ma´s feliz, debe ser el fiscal Pe´rez: todos estamos a mili´metros del arresto domiciliario generalizado.
Sin embargo, un problema debe estresarlo: ¿que´ es esto de que la ma´xima autoridad del pai´s ordene el aislamiento, tenga el apoyo de la Polici´a y el Eje´rcito y no sea capaz de mantener a la gente en sus casas? La actitud desafiante es inaceptable y atenta contra la democracia. Sin importar lo que se piense, la medida ha sido dada con base constitucional y pensando en el bien comu´n; por tanto, debe ser acatada.
Una parte importante del problema es la falta de informacio´n cienti´fica sobre el virus y sobre las medidas precisas requeridas para enfrentarlo: ni exageradas, ni insuficientes.
Estas han ido cambiando y la mascarilla, antes no recomendable, resulta ahora indispensable hasta en medio del desierto. Lo mismo con los guantes: ¿son mejores que el agua y jabo´n?
Hasta hace poco, se pensaba que las parti´culas eran pesadas y cai´an ra´pidamente; hoy dicen que son microsco´picas y quedan flotando en el aire por horas.
Llegara´ un punto en que la situacio´n econo´mica nos empujara´ de vuelta al trabajo. Para que ello sea posible, si no hay vacunas o curas, tendremos que asumir protocolos que solo funcionara´n si sabemos co´mo se comporta el virus.
Debemos darle una oportunidad a la ciencia; si no fue antes, medite´moslo ahora que hemos sido obligados a robarle unas horas a la gastronomi´a.
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