Programas de intercambio

Tengo tres nietos (esta es la parte en que ustedes piensan: “¡Tan joven… Imposible!). La foto que acompaña esta columna fue tomada hace como 15 años. De cualquier modo, si bien mi primer viaje fue en avión y no en barco, llevaba conmigo maletas que había que cargar con mucho esfuerzo, especialmente al retorno cuando uno aprovechaba para comprar cosas que no era posible encontrar en el Perú. Cosas tan sofisticadas como una colonia Jean Naté, pantimedias, un buen reacondicionador, y jamón y queso.

Contrariamente a lo que dicen mis hijos, ya se había inventado la rueda y las maletas habían desplazado a los baúles. Pero a nadie se le había ocurrido aún la combinación “rueda-maleta”. El primer modelo que apareció tenía solo dos ruedas en el lado más angosto; por ello, la maleta se bamboleaba perdiendo el equilibrio. Luego vinieron las maletas con las ruedas en la parte posterior, más ancha y estable. Hoy viajamos con maletas de cuatro ruedas dobles que giran y pueden moverse con un solo dedo. Se llama innovación.
La mayor parte de los venezolanos que ingresa al Perú no las usa; cruzan la frontera con bolsones y pocas cosas. Cuando uno huye, lleva poco equipaje.

Y eso están haciendo: huyendo del hambre y la violencia. Huyen de esa dictadura que, según nuestra izquierda, es un invento de la prensa capitalista. Si consideran que el sistema es tan bueno, por qué no hacer un canje: facilitemos que quienes admiran a Maduro vayan a Venezuela y traigamos para acá a venezolanos dispuestos a trabajar duro por la libertad. Ya se me ocurren varios nombres cuyos ‘principios’ deberían hacer que acepten de inmediato probar lo que quieren implantar en el Perú con sus propuestas trasnochadas.