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Espacio demagógico
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La crisis económica de Brasil, la peor en más de un siglo, fue generada por el mal manejo de Dilma Rousseff. Con ello, colapsó su concepción heterodoxa de la economía y se hizo evidente la importancia de los equilibrios macroeconómicos. La imagen de Dilma se ha derrumbado, pero no la expectativa en los subsidios públicos.
En ese contexto, Lula ha desarrollado un discurso que resuena con la necesidad de la población de salir del estancamiento económico, y con la idea de que un presidente puede cambiar la economía.
El discurso de Lula se basa en un hecho reconocido: durante su gobierno, la situación económica era mejor que hoy y millones de personas lograron salir adelante, mientras que ahora la crisis persiste. Esta es una idea simple, basada en la experiencia vivida de la población.
La evidencia de corrupción generalizada ha generado gran desconcierto en la población, y ha aumentado el descrédito en las instituciones públicas en general. Lula ha sido condenado por corrupción, pero ese mismo Poder Judicial ha protegido y protege a muchos corruptos. ¿Por qué dar importancia a las acusaciones de corrupción, si “todos” son corruptos? ¿Por qué creer en la justicia de la sentencia condenatoria de Lula?
Lula ofrece que, si él regresa al gobierno, los buenos tiempos regresarán. ¿Por qué no creer en Lula, si los hechos lo respaldaron en el pasado? La fuerza electoral de Lula está aumentando y los potenciales aliados se le están acercando. ¿Se enfrentarán los jueces al sentimiento de más de un tercio de la población? ¿Qué va a predominar en el país: la fuerza de un discurso demagógico o la vigencia de las instituciones jurídicas?
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